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La vigilancia y ayuda paternales
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de modo que dé poco trabajo lavarla y plancharla. Especialmente
cada prenda que esté en contacto con la piel debe ser limpia y libre de
cualquier olor ofensivo. El cuerpo de los niños no debiera ser tocado
por nada de carácter irritante, ni se debiera permitir que su ropa los
apriete en forma alguna. Si se prestara más atención a este asunto,
se practicaría mucho menos impureza.—
Christian Temperance and
Bible Hygiene, 142
.
No los dejéis sin ejercicio
—En extenso grado se exime [a los
jóvenes] de ejercicio físico por temor a que trabajen demasiado.
Los padres mismos llevan las cargas que sus hijos debieran llevar.
Es malo trabajar con exceso, pero los resultados de la indolencia
son más temibles. La ociosidad conduce a la práctica de hábitos
corrompidos. La laboriosidad no cansa ni agota una quinta parte de
lo que rinde el hábito pernicioso del abuso propio [masturbación].
Si el trabajo sencillo y bien regulado agota a vuestros hijos, tened la
seguridad, padres, de que hay, además del trabajo, algo que enerva
su organismo y les produce una sensación de cansancio continuo.
Dad a vuestros hijos trabajo físico para que pongan en ejercicio los
nervios y los músculos. El cansancio que acompaña a un trabajo tal,
disminuirá su inclinación a participar en hábitos viciosos.—
Joyas
de los Testimonios 1:255, 256
.
La indolencia es una puerta abierta para la tentación
—Ma-
dres, dad a vuestros hijos suficiente trabajo. . . .La indolencia no será
favorable para la salud física, mental y moral. Abre la puerta de par
en par e invita a Satanás para que entre. El aprovecha la oportunidad
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y atrapa a los jóvenes en sus trampas. Debido a la indolencia, no sólo
se debilita la fuerza moral y se aumenta el impulso de la pasión, sino
que los ángeles de Satanás se posesionan de toda la ciudadela de la
mente y obligan a la conciencia a rendirse a la pasión vil. Debiéra-
mos enseñar a nuestros hijos hábitos de paciente laboriosidad.—
An
Appeal to Mothers, 18, 19
.
Dios no dejará que perezcan los arrepentidos
—Debéis ani-
mar a vuestros hijos pues un Dios misericordioso aceptará el corazón
verdaderamente arrepentido y bendecirá sus esfuerzos para limpiar-
se de toda inmundicia de carne y espíritu. Cuando Satanás vea que
está perdiendo el dominio de la mente de vuestros hijos, los tentará
fuertemente y procurará atarlos para que continúen con la práctica
de este vicio seductor. Pero con un firme propósito deben resistir