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Capítulo 83—Las recompensas
Una gráfica escena del día del juicio
—Una vez tuve un sueño
en el que vi una muchedumbre reunida. Y súbitamente los cielos se
ennegrecieron, retumbó el trueno, fulguró el relámpago, y una voz
más potente que el mayor estruendo del trueno resonó por los cielos
y la tierra diciendo: “Consumado es”. Una parte de la muchedumbre,
con rostros pálidos, se adelantó con un gemido de agonía exclaman-
do: “¡Oh, no estoy listo!” Se formuló la pregunta. “¿Por qué no
estás listo? ¿Por qué no has aprovechado de las oportunidades que
te di bondadosamente?” Me desperté con el clamor que resonaba en
mis oídos: “¡No estoy listo! ¡No estoy salvado! ¡Perdido! ¡Perdido!
¡Eternamente perdido! “
En vista de las solemnes responsabilidades que descansan sobre
nosotros, contemplemos el futuro para que podamos entender lo que
debemos hacer a fin de afrontarlas. En aquel día, ¿tendremos que
hacer frente al descuido y desprecio de Dios y de su misericordia,
al rechazo de su verdad y de su amor? En la solemne reunión del
último día, a oídos del universo, se leerá la razón de la condenación
del pecador. Por primera vez, los padres sabrán lo que ha sido la vida
secreta de sus hijos. Los hijos verán cuántos errores han cometido
contra sus padres. Habrá una revelación general de los secretos y
motivos del corazón, pues se manifestará lo que está oculto. Los que
se han mofado de las cosas solemnes del juicio, quedarán sombríos
al contemplar su terrible realidad.
Los que han despreciado la Palabra de Dios entonces harán
frente al Autor de los oráculos inspirados. No podemos permitirnos
vivir sin tomar en cuenta el día del juicio: pues aunque se posponga
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mucho, ahora está cerca, a las puertas, y se apresura grandemente. La
trompeta del Arcángel pronto sorprenderá a los vivos y despertará a
los muertos. En ese día los impíos serán separados de los justos como
el pastor divide las cabras de las ovejas.—
The Youth’s Instructor, 21
de julio de 1892
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