Página 10 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
Empero este Ser tan glorioso amaba al pobre pecador, y tomó
sobre sí la forma de siervo para sufrir y morir por nosotros.
Jesús podría haber permanecido al lado del Padre, ciñendo la
corona real y revestido del regio manto; pero por amor a nosotros
prefirió a la magnificencia del cielo las miserias de la tierra.
Prefirió a su elevada posición de autoridad y a la adoración de las
huestes celestiales la burla y el escarnio de los malvados. Por amor a
nosotros aceptó una vida de penalidades y una muerte ignominiosa.
Todo esto lo hizo Cristo para mostrar cuánto nos ama Dios. Vivió en
la tierra para enseñarnos a honrar a Dios, obedeciendo a su voluntad.
Lo hizo para que nosotros, al seguir su ejemplo, podamos finalmente
vivir con él en su hogar celestial.
Los sacerdotes y los príncipes de los judíos no estaban prepara-
dos para dar grata acogida a Jesús. Sabían que el Salvador estaba
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por venir, pero esperaban que sería un gran rey que los haría ricos
y poderosos. Eran demasiado orgullosos para pensar que un niño
pobre y débil pudiese ser el Mesías.
Así que cuando nació el Cristo, Dios no se lo reveló a ellos sino
que dió las alegres nuevas a unos pastores que cuidaban sus rebaños
en las alturas cercanas a Belén. Eran ellos hombres piadosos, y
mientras velaban sobre sus ovejas de noche, solían hablar juntos del
Salvador prometido, y oraban con tanto fervor por su venida, que
Dios les mandó brillantes mensajeros desde su propio trono de luz
para anunciársela.
“Y un ángel del Señor se puso junto a ellos, y la gloria del Señor
brilló en derredor de ellos; y temieron con gran temor.
“Pero el ángel les dijo: ¡No temáis! pues, he aquí, os anunció
buenas nuevas de gran gozo, el cual será para todo el pueblo de Dios;
porque hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el cual
es Cristo, el Señor.
“Y esto os será la señal: Hallaréis a un niñito envuelto en pañales
y acostado en un pesebre.
“Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las
huestes celestiales, alabando a Dios, y diciendo: ¡Gloria en las alturas
a Dios, y sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad!
“Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo,
los pastores se decían unos a otros: ¡Pasemos ahora hasta Belén,