Página 103 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Testigos
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pies le adoraron. Pero repentinamente desapareció de delante de
ellos.
Olvidando el hambre y el cansancio, dejaron los alimentos sin
probarlos y regresaron presurosos a Jerusalén, a llevar a los demás
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la preciosa noticia de que el Salvador había resucitado.
Mientras ellos referían todo esto a los demás discípulos, Jesús
mismo se puso en medio de ellos, y con las manos levantadas en
ademán de bendición, les dijo: “Paz a vosotros.”
Lucas 24:36
.
Al principio se asustaron; pero cuando les hubo enseñado las
marcas de los clavos en sus manos y en sus pies, y que hubo comido
delante de ellos, entonces creyeron y se tranquilizaron. La fe y la
alegría substituyeron a la incredulidad, y todos ellos reconocieron a
su Salvador resucitado, con sentimientos que no pueden expresarse
en palabras.
Tomás no estaba con ellos en aquella ocasión. Cuando vino se
negó a creer lo que después le dijeron sus compañeros tocante a la
resurrección. Pero ocho días después volvió Jesús a aparecérseles
estando Tomás con ellos. Esta vez Jesús volvió a mostrar las señales
de su muerte en sus manos y en sus pies. Tomás quedó convencido
al instante y exclamó: “¡Señor mío, y Dios mío!”
Juan 20:28
.
En el aposento alto volvió Cristo a explicar las escrituras referen-
tes a sí mismo. Dijo entonces a sus discípulos, que el arrepentimiento
y el perdón del pecado debían ser predicados en su nombre a todas
las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Antes de su ascensión al cielo les dijo: “Recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y seréis mis testigos,
así en Jerusalem como en toda la Judea y Samaria, y hasta los últimos
confines de la tierra.” “Y he aquí que estoy yo con vosotros siempre,
hasta la consumación del siglo.”
Hechos 1:8
;
Mateo 28:20
.
[153]
—Habéis sido testigos—les dijo—de mi vida de abnegación en
favor del mundo. Habéis visto que perdono gratuitamente a todos
los que acuden a mí confesando sus pecados. Todos los que quieren,
pueden reconciliarse con Dios y tener la vida eterna.
A vosotros, discípulos míos, os encomiendo este mensaje de mi-
sericordia. Debe ser llevado a todas las naciones, lenguas y pueblos.
Id hasta los lugares más remotos del mundo habitado; pero recordad
que allí también he de estar presente.