Página 102 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
desde Moisés y todos los profetas, les iba interpretando en todas las
Escrituras las cosas referentes a él mismo.”
Lucas 24:25-27
.
Los discípulos enmudecieron de sorpresa y gozo; no se atrevían
a preguntar al desconocido quién era. Escucharon con avidez el
desarrollo claro y sencillo de la verdadera misión de Cristo.
Si el Salvador se hubiera dado a conocer desde un principio
a aquellos discípulos, pronto habrían quedado satisfechos. En la
plenitud de su gozo no habrían deseado saber más. Pero era menester
que comprendieran cómo la misión de Cristo había sido predicha y
representada en todas las figuras y profecías del Antiguo Testamento.
Sobre ellas debía descansar su fe. Cristo no hizo ningún milagro
para convencerlos, sino que su primera tarea fué explicarles las
Escrituras. Habían considerado su muerte como la destrucción de
todas sus esperanzas. Ahora les probó por los profetas que esta
misma muerte era la prueba más fehaciente que necesitaba su fe en
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él.
Al enseñar así a estos discípulos, Cristo demostró la importancia
del Antiguo Testamento como testimonio con respecto a su misión.
Muchos rechazan el Antiguo Testamento diciendo que ya no sirve
para nada. Pero tal no es la enseñanza de Cristo. El consideraba tan
valiosa esta porción de la Palabra de Dios, que dijo una vez: “Si no
oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se dejarán persuadir, aun
cuando alguno se levantare de entre los muertos.”
Lucas 16:31
.
A la puesta del sol, los discípulos llegaron a su casa. Jesús “hacía
como que iba más lejos.” Pero los discípulos no querían separarse
de Aquel que les había inspirado tanta esperanza y tanto gozo. Así
que le dijeron: “Quédate con nosotros; porque ya es la hora de la
tarde, y el día se va acabando. Entró, pues, para quedarse con ellos.”
Lucas 24:28, 29
.
Pronto estuvo aderezada la sencilla comida, y Jesús se sentó a
la cabecera de la mesa, como solía hacerlo. El deber de pedir la
bendición sobre los alimentos correspondía generalmente al dueño
de la casa; pero Jesús tomando el pan lo bendijo. Entonces fueron
abiertos los ojos de los discípulos.
El acto de bendecir los alimentos, así como el tono familiar y
tan conocido de la voz, las huellas de los clavos en sus manos, todo
daba evidencia de que era su amado Maestro. Por un momento
permanecieron inmóviles; luego se levantaron y arrojándose a sus