Página 101 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Testigos
Por la tarde del mismo día de la resurrección, dos de los discípu-
los se dirigían a Emaús, pequeña población situada a trece kilómetros
de Jerusalén.
Estaban perplejos por los acontecimientos que acababan de desa-
rrollarse, y especialmente por lo que habían dicho las mujeres, a
saber que habían visto a los ángeles y a Jesús después de su resu-
rrección.
Volvían ahora a su casa a meditar y orar, con la esperanza de
obtener alguna luz sobre estos asuntos tan misteriosos para ellos.
En su camino les alcanzó un desconocido que se juntó con ellos;
pero tan preocupados estaban por el asunto de que hablaban que
apenas notaron su presencia.
Era de ver a hombres tan fuertes embargados por el dolor y llorar
como niños. El tierno y amoroso corazón de Cristo reconoció allí un
pesar que él podía mitigar.
Haciéndose el desconocido, Jesús entabló conversación con ellos.
“Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conocie-
sen. Y él les dijo: “¿Qué palabras son éstas que os decís el uno al
otro, mientras camináis? Y ellos se detuvieron, con rostros entriste-
cidos.
“Entonces uno de ellos, llamado Cleopas, le dijo:
“¿Eres tú solamente un recién llegado a Jerusalem que no sabes
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las cosas ocurridas en ella en estos días?
“Y él les dijo: ¿Qué cosas? A lo que ellos dijeron: Las cosas con
respecto a Jesús el Nazareno, que fué profeta, poderoso en obra y
palabra, delante de Dios y de todo el pueblo.”
Lucas 24:16-19
.
Entonces le refirieron lo que había ocurrido y le contaron lo que
habían dicho las mujeres que habían ido al sepulcro aquel mismo
día al amanecer. Luego él les dijo:
“¡Oh hombres sin inteligencia, y tardos de corazón para creer
todo cuanto han hablado los profetas! ¿Acaso no era necesario que el
Cristo padeciese estas cosas, y entrase en su gloria? Y comenzando
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