Página 105 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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La ascensión
Concluida estaba la obra del Salvador en la tierra; ya se acerca-
ba el momento en que debía volver a su mansión celestial. Había
vencido y estaba por recuperar su puesto al lado de su Padre, en su
trono de luz y de gloria.
Jesús eligió el Monte de los Olivos como lugar de su ascensión;
hacia él se dirigió acompañado de los once discípulos. Pero éstos
no sabían que sería la última entrevista con su amado Maestro. A
medida que avanzaban, el Salvador les dió las últimas instrucciones
y antes de separarse de ellos les hizo aquella preciosa promesa tan
consoladora para todo discípulo de Jesús:
“He aquí que estoy yo con vosotros siempre, hasta la consuma-
ción del siglo.”
Mateo 28:20
.
Cruzaron la cumbre y se fueron hasta cerca de Betania; allí se
detuvieron y rodearon a su Maestro. El los contempló cariñosamente
y su rostro parecía despedir rayos de luz. Palabras de la más profunda
ternura fueron las últimas que oyeron de los labios de su Salvador.
Con las manos extendidas sobre ellos para bendecirlos, se elevó
lentamente. En su ascensión al cielo fué seguido por las miradas de
sus discípulos, quienes atónitos aguzaban la vista para no perderle,
hasta que una nube de gloria le ocultó a sus ojos. En ese momento
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llegó a sus oídos el eco de la más dulce y gozosa armonía que
descendía del coro angelical.
Mientras los discípulos seguían con las miradas fijas en el cielo,
oyeron voces junto a ellos, que parecían acordes de encantadora
música, y al volverse vieron a dos ángeles en forma de hombres, que
les dijeron:
“Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando así al cielo? este
mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá del
mismo modo que le habéis visto ir al cielo.”
Hechos 1:11
.
Aquellos ángeles pertenecían a la legión que había venido a
escoltar al Salvador a su mansión celestial. Movidos por su simpatía
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