Página 117 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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El hogar de los salvados
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dolor; porque las cosas de antes han pasado ya.” “No dirá más el
habitante: Estoy enfermo; al pueblo que mora en ella le habrá sido
[174]
perdonada su iniquidad.”
Apocalipsis 21:4
;
Isaías 33:24
.
Allí está la nueva Jerusalén, capital de la nueva tierra glorificada,
“una corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema
real en la mano de nuestro Dios.” Su luz es “semejante a una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal.”
“Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a
ella su gloria.”
Isaías 62:3
;
Apocalipsis 21:11, 24
.
Dice el Señor: “Me regocijaré en Jerusalem, y gozaréme en mi
pueblo.” “¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él
habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con
ellos estará, como Dios suyo!”
Isaías 65:19
;
Apocalipsis 21:3
.
En la tierra hecha nueva no habitará más que la justicia. “No
entrará jamás en ella ninguna cosa inmunda, ni quien haga abomina-
ción, o diga mentira.”
Apocalipsis 21:27
.
La santa ley de Dios será acatada por todos los que vivan debajo
del sol. Los que se hayan demostrado fieles a Dios guardando sus
mandamientos, vivirán con él.
“En su boca no fué hallada mentira.” “Estos son los que salen de
la grande tribulación, y lavaron sus ropas, y las emblanquecieron en
la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le
sirven día y noche en su templo.”
Apocalipsis 14:5
;
7:14, 15
.
En la ciudad de Dios “no habrá ya más noche.” La luz del sol
será substituída por un destello que no herirá la vista, pero que será
no obstante infinitamente más brillante que el del sol de mediodía.
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La gloria de Dios y del Cordero inundará la santa ciudad con luz
inmarcesible. Los redimidos andarán en la gloria sin sol de un día
sempiterno.
Allí los redimidos conocerán así como son conocidos. Los afec-
tos y simpatías que Dios mismo implantó en el alma encontrarán
allí su objeto más verdadero y más dulce. Sus espíritus inmortales
contemplarán con deleite sin mengua las maravillas del poder crea-
dor, los misterios del amor redentor. Allí no habrá enemigo cruel ni
engañador que induzca al olvido de Dios. Todas las facultades se
desarrollarán y podrá crecer toda capacidad.
Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los
redimidos de Dios. Libres de toda traba encumbran el vuelo por