Página 45 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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La observancia del sábado
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A quienes declaraban que Jesús había venido a abolir la ley, él
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dijo: “No penséis que vine a invalidar la Ley, o los Profetas: no vine
a invalidar, sino a cumplir.”
Mateo 5:17
.
Cumplir quiere decir guardar, observar, respetar. Véase
Santiago
2:8
. Por esto cuando Cristo vino para ser bautizado por Juan, le
dijo: “Porque así nos conviene cumplir toda justicia.”
Mateo 3:15
.
Cumplir la ley es obedecerla perfectamente.
La ley de Dios no puede cambiar jamás, pues Cristo dijo: “Hasta
que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará
de la ley, hasta que el todo sea cumplido.”
Mateo 5:18
.
Cuando Cristo preguntó: “¿Es lícito en el sábado hacer bien, o
hacer mal? ¿salvar la vida o destruírla?” demostró que podía leer en
los corazones de los malvados fariseos que le acusaban.
Mientras él trataba de salvar vidas curando a los enfermos, ellos
trataban de destruír la suya condenándole a muerte. ¿Qué era me-
jor, matar en sábado, como ellos intentaban hacerlo, o sanar a los
enfermos como él había hecho?
¿Era acaso mejor abrigar intenciones homicidas en el día santo de
Dios, que tener el corazón lleno de amor para con todos los hombres,
de un amor que se expresaba en obras de bondad y misericordia?
Muchas veces acusaron los judíos a Jesús de que quebrantaba
el sábado. Muchas veces procuraron matarle porque no guardaba
el sábado conforme a las tradiciones de ellos. Pero a él nada le
importaba, y guardaba el sábado tal como Dios quería que se lo
guardase.
En Jerusalén, había un estanque llamado de Betesda. En ciertos
momentos el agua se enturbiaba; la gente creía que un ángel del
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Señor descendía allí para revolver el agua; y que el primero que en-
traba en ella después que fuera agitada “quedaba sano de cualquiera
enfermedad que tuviese.”
Muchos iban al estanque con la esperanza de sanar, pero la
mayoría de ellos eran defraudados en sus esperanzas. Cuando las
aguas eran revueltas, los enfermos eran tantos que muchos no podían
llegar siquiera a la orilla del estanque.
Un sábado Jesús llegó a Betesda. Su corazón se llenó de compa-
sión al ver allí a los pobres enfermos.
Un hombre parecía estar en peor condición que los demás. Hacía
treinta y ocho años que estaba imposibilitado. Ningún médico había