Página 46 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
podido curarlo. Muchas veces le habían llevado a Betesda, pero
siempre alguien entraba en el agua antes que él cuando ésta era
movida.
Aquel sábado el pobre hombre había tratado una vez más de
llegar al estanque, pero en vano. Jesús le vió mientras volvía arras-
trándose hacia la estera que constituía su lecho. Sus fuerzas se habían
agotado y a no ser que le llegara pronto auxilio iba a morir.
Mientras yacía allí mirando de vez en cuando al estanque, un
rostro que reflejaba amor se inclinó sobre él, y oyó una voz que le
decía: “¿Quieres ser sano?”
El enfermo respondió tristemente: “Señor, no tengo quien me
meta en el estanque, cuando el agua fuere revuelta; y así mientras
yo voy, otro baja antes que yo.”
No sabía aquel desdichado que delante de él estaba Uno que
tenía poder para sanar no sólo a un enfermo sino a todos los que
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acudieran a él. Jesús le dijo: “Levántate, alza tu lecho, y anda.”
En el acto trató el hombre de obedecer al mandato, y la fuerza
le volvió. De un salto se puso en pie, y comprobó que podía andar.
¡Cuánto gozo sintió!
Alzó su lecho y se fué apresuradamente, alabando a Dios a cada
paso.
Pronto encontró a algunos fariseos, a quienes les contó su mara-
villosa curación. No parecían ellos celebrar el hecho, sino que por el
contrario le reprendieron porque cargaba su lecho en sábado. Pero el
hombre les contestó: “Aquel que me sanó, él mismo me dijo: Alza
tu lecho, y anda.”
Juan 5:1-11
.
Disculparon entonces al que había sido sanado, pero censuraron
al que se había atrevido a mandarle que llevara su lecho en sábado.
En Jerusalén, donde Jesús estaba a la sazón, vivían muchos
rabinos instruídos. Allí era donde enseñaban al pueblo sus falsas
ideas respecto al sábado. Muchísimos venían al templo para adorar,
y así las enseñanzas de los rabinos se extendían por doquiera. Cristo
deseaba corregir esos errores, y con tal fin sanó al hombre en sábado
y le mandó que llevara su camilla. Sabía que esto llamaría la atención
de los rabinos, y le daría oportunidad para instruírlos. Y así fué.
Los fariseos llevaron a Cristo ante el Sanedrín, que era el principal
tribunal de los judíos, para que respondiera al cargo de que profanaba
el sábado.