Página 47 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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La observancia del sábado
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El Salvador les declaró que su acción estaba en armonía con la
ley del sábado. Concordaba con la voluntad y la obra de Dios. “Mi
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Padre hasta ahora obra,” dijo, “y yo obro.”
Juan 5:17
.
Dios obra de continuo sosteniendo a todos los seres vivientes.
¿Acaso podía su obra cesar el sábado? ¿Debe el Señor prohibir al
sol que caliente la tierra y nutra la vegetación?
¿Deberían los arroyos dejar de regar los campos, y las ondas
de la mar suspender sus movimientos? ¿Deben acaso el trigo y el
maíz, los árboles y las flores dejar de crecer, brotar y florecer en día
sábado?
Si así aconteciera, el hombre echaría de menos los frutos de la
tierra y los bienes que sostienen la vida. La naturaleza debe proseguir
su obra, o de lo contrario el hombre moriría. El hombre también
tiene su obra que hacer en ese día. Tiene que atender a las exigencias
de la vida, cuidar a los enfermos y satisfacer las necesidades de los
indigentes. Dios no quiere que ninguna de sus criaturas sufra por
una hora siquiera un dolor que pueda ser aliviado en sábado o en
cualquier otro día.
La obra del cielo no se detiene nunca y nosotros no debemos
cesar de hacer bien. La ley del sábado nos prohibe que hagamos
nuestro propio trabajo en el día de reposo de Jehová. La labor de
ganarse la vida debe suspenderse; ningún quehacer que tenga por
objeto la consecución de placeres o provechos mundanos resulta
lícito. Mas el sábado no debe pasarse en inútil ociosidad. Como Dios
suspendió su obra de la creación y reposó el sábado, así también
debemos nosotros descansar. El nos manda que dejemos a un lado
nuestras ocupaciones diarias y que dediquemos esas horas sagradas
al reposo saludable, al culto y a obras de santidad.
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