Página 56 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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“¡Quitad estas cosas de aquí!”
Al día siguiente Jesús entró en el templo. Allí encontró la misma
actividad de compra y venta de objetos que tres años antes, cuando
él la había censurado tan severamente.
Así como en aquella ocasión, estaba ahora el patio del templo
lleno de animales vacunos, ovejas y aves. Los tenían allí para ven-
derlos a las personas que desearan comprarlos y ofrecerlos como
sacrificios por sus pecados.
La extorsión y el fraude eran moneda corriente entre los que
capitaneaban semejante abuso. Tan grande era la confusión y el
ruido en el atrio, que distraía sobremanera a los fieles dentro del
templo.
Una vez más, la penetrante mirada del Salvador recorrió el atrio.
Todos fijaron en él los ojos. El tumulto de voces y aun el ruido de
los animales se apaciguó.
Toda aquella gente contemplaba con asombro y temor al Hijo
de Dios; porque en aquel momento la divinidad se traslucía en él a
través de lo humano, comunicándole una dignidad y una gloria como
nunca antes las manifestara. El silencio se hizo casi insoportable.
Al fin el Salvador habló con voz clara y sonora, y con tal poder
que conmovió a la muchedumbre como soplo de fuerte tempestad:
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“Está escrito: Mi Casa será Casa de Oración: pero vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones.”
Lucas 19:46
.
Y con aun mayor autoridad que la que había manifestado tres
años antes, ordenó:
“¡Quitad estas cosas de aquí!”
Juan 2:16
.
Ya la primera vez habían huído los sacerdotes y gobernantes del
templo al sonido de su voz. Después se habían avergonzado de ello,
y se propusieron no volver jamás a ceder de tal manera.
Sin embargo, esta segunda vez se aterrorizaron aun más, y con
la mayor premura para obedecer al mandato del Maestro echaron
fuera a sus animales delante de sí.
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