Página 67 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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En Getsemaní
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Forma una resolución suprema: salvará al hombre a todo trance.
Había dejado las cortes del cielo, donde todo es pureza, felicidad
y gloria, a fin de salvar a la oveja perdida, al mundo caído por la
transgresión, y no se apartaría de su propósito. Su oración manifiesta
ahora completa sumisión:
“Si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba, hágase tu
voluntad.”
Entonces el Salvador agonizante cae sobre el suelo. Ningún
discípulo estaba allí para poner tiernamente su mano bajo la cabeza
del Maestro y refrescar aquella frente más desfigurada en verdad
que la de los hijos de los hombres. Cristo estaba solo; de entre todos
sus amigos no había ninguno con él.
Pero Dios también sufre con su Hijo. Los ángeles contemplan la
agonía del Salvador. Reina silencio en los cielos. Ni una sola arpa
vibra. Si los hombres pudieran haber visto el asombro de las huestes
angelicales mientras en silencioso pesar contemplaban al Padre que
apartaba de su Hijo amado sus rayos de luz, de amor y de gloria,
comprenderían mejor cuán ofensivo es el pecado a los ojos de Dios.
Luego un ángel poderoso se acerca a Cristo. Apoya sobre su
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pecho la cabeza divina del Salvador, y alzando la mano hacia el cielo
le dice que ha vencido a Satanás y como resultado de su victoria
millones triunfarán en su glorioso reino.
La paz celestial se refleja en el rostro ensangrentado del Salvador.
Ha soportado lo que a ningún ser humano le será dado soportar
jamás, porque ha gustado los sufrimientos de la muerte por todos
los hombres.
Otra vez se dirigió Cristo hacia sus discípulos y una vez más
los halló durmiendo. Si hubieran permanecido despiertos, velando y
orando con su divino Maestro, habrían recibido la fortaleza necesaria
para resistir la terrible prueba que se les venía encima. Como no lo
hicieron así, en la hora de necesidad y amargura cedieron a su propia
flaqueza.
Contemplándolos con tristeza, Jesús dijo: “Dormid lo que resta
del tiempo, y descansad. He aquí, la hora está cerca, y el Hijo del
hombre es entregado en manos de pecadores.”
Y como ya se oyeran los pasos de la turba que venía a buscarle,
añadió: