Página 66 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
fin de que su fe no zozobrara en la hora de la prueba. Sin embargo,
ellos no pudieron permanecer despiertos con él ni una sola hora.
Si en aquel momento Jesús hubiera preguntado a Santiago y
a Juan: “¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados del
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bautismo de que yo soy bautizado?” no hubieran contestado con
tanta confianza: “Podemos.”
Marcos 10:38, 39
.
El corazón de Jesús estaba lleno de compasión y simpatía por
la debilidad de sus discípulos. Temía que no pudieran soportar la
prueba que sus sufrimientos y su muerte les acarrearían.
Pero no los reprendió con aspereza. Pensando en las vicisitudes
que les esperaban, les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en
tentación.”
Disculpó la falta de ellos en el cumplimiento de su deber para
con él, añadiendo: “El espíritu en verdad está pronto, mas la carne
débil.”
Mateo 26:41
. ¡Qué hermoso ejemplo de la tierna y amorosa
compasión del Salvador!
Por segunda vez el Hijo de Dios se sintió sobrecogido de angustia
sobrehumana. Desfalleciente y agitado se retiró otra vez con paso
vacilante y oró como anteriormente:
“¡Padre mío, si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba,
hágase tu voluntad!”
Mateo 26:42
.
La agonía que experimentaba al dirigir esta súplica era tal que le
hizo sudar sangre. Una vez más acudió a sus discípulos en busca de
consuelo y simpatía, y otra vez los halló dormidos. Su presencia los
despertó. Contemplaron su rostro con temor pues estaba manchado
de sangre; pero no pudieron comprender la atroz angustia que su
rostro revelaba.
Por tercera vez se retiró a su lugar de oración. Entonces se
apoderó de él el horror de intensísimas tinieblas. Había perdido la
presencia de su Padre, y sin ella temió que su naturaleza humana no
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resistiera la terrible prueba.
Por tercera vez hace la misma súplica. Los ángeles estaban ansio-
sos de llevarle alivio, pero no les era permitido hacerlo. Era preciso
que el Hijo de Dios bebiera aquella copa solo, o el mundo quedaría
para siempre perdido. Contempla la humanidad desamparada; com-
prende el poder del pecado, y las penas del mundo condenado pasan
delante de sus ojos en vivísima representación.