Página 84 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
Pilato enmudeció de sorpresa y despecho. Al ceder su fallo a la
multitud, había perdido su dignidad y su dominio sobre el pueblo.
Se convirtió en instrumento de éste, que le impuso su voluntad.
Preguntó entonces:
“¿Qué haré, pues, de Jesús que es llamado Cristo?”
Y ellos gritaron unánimes: “¡Sea crucificado!
“Mas el gobernador dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho?
“Pero ellos clamaban con mayor vehemencia: ¡Sea crucificado!”
Mateo 27:22, 23
.
El rostro de Pilato palideció al oír el terrible grito: “¡Sea cruci-
ficado!” No había pensado que las cosas llegarían a eso. Repetidas
veces había declarado inocente a Jesús y sin embargo el pueblo se
obstinaba en que sufriera tan temible y horrorosa muerte. Volvió a
preguntar:
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“Pues ¿qué mal ha hecho?”
Y otra vez se elevó el grito aterrador: “¡Crucifícalo! ¡Crucifíca-
lo!”
Pilato hizo un último esfuerzo para mover a simpatía la muche-
dumbre. Tomaron a Jesús, desfalleciente y cubierto de heridas como
estaba, y lo azotaron ante la multitud de sus acusadores.
“Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y se la
pusieron en la cabeza, y le vistieron un manto de púrpura; y acercán-
dosele, decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! Y dábanle de bofetadas.”
Juan 19:2, 3
.
Le escupieron y un malvado asió la caña que había sido puesta
en la mano de Jesús a modo de cetro y con ella le pegó en la frente
clavándole la corona de espinas en las sienes, de suerte que la sangre
le corrió por la cara y la barba.
Satanás inducía a la cruel soldadesca a maltratar al Salvador. Su
propósito era provocarle para que se defendiera o, si fuera posible,
para que realizara un milagro y libertándose a sí mismo, hiciera
fracasar el plan de salvación. Si tan sólo hubiera habido una mancha
en su vida humana, una falta de paciencia para soportar la terrible
prueba, el Cordero de Dios habría resultado un sacrificio imperfecto
y la redención del hombre un fracaso.
Pero el que habría podido mandar las huestes del cielo y en
un momento llamar en su ayuda legiones de ángeles, de los cuales
uno solo habría bastado para dominar inmediatamente a aquella