Página 94 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
con la muerte de Jesús, que hicieron vacilar a los discípulos en su
fe, sirvieron para confirmar a éstos, los convencieron de que era el
verdadero Mesías, y los indujeron a ponerse resueltamente de su
parte.
La intervención de tan respetados y acaudalados personajes fué
muy valiosa en aquellas circunstancias, pues pudieron hacer en favor
de su fallecido Señor lo que les hubiera sido imposible a los pobres
discípulos.
Con sus propias manos quitaron cuidadosa y reverentemente
de la cruz el cuerpo del Hijo de Dios, y sus lágrimas de simpatía y
de ternura corría
copiosas al contemplar aquellos queridos restos
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heridos y desgarrados.
José tenía un sepulcro nuevo, cavado en la roca; lo había manda-
do hacer para sí mismo, pero ahora lo preparó para recibir a Jesús.
El cadáver fué envuelto con las especias que había traído Nicodemo,
en una sábana de lino, y fué llevado al sepulcro.
Aunque los gobernantes judíos habían logrado la muerte del Hijo
de Dios, no estaban tranquilos; conocían demasiado bien el gran
poder de Jesús.
Algunos de ellos habían estado junto al sepulcro de Lázaro y
habían visto al muerto resucitado y temblaban al pensar que Cristo
pudiera surgir de entre los muertos y volver a presentarse ante ellos.
Habían oído a Jesús declarar al pueblo que tenía poder para
entregar su vida y para volver a tomarla. Recordaban que había
dicho: “Destruíd este templo, y yo en tres días lo levantaré” (
Juan
2:19
), y sabían que había hablado de su propio cuerpo.
Judas les había referido lo que Jesús había dicho a sus discípulos
durante su último viaje a Jerusalén:
“He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será
entregado a los jefes de los sacerdotes, y a los escribas; los cuales
le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles, para que
hagan escarnio de él y lo azoten, y crucifiquen: mas al tercer día será
resucitado.”
Mateo 20:18, 19
.
José de Arimatea y Nicodemo querían dar sepultura honorable al Salvador.
Pidieron permiso para llevar su cuerpo a la tumba nueva de José. Aunque habían
logrado darle muerte, los gobernantes judíos seguían temiendo a Jesús, y pidieron
guardia para esa tumba
.