El vestuario y la conducta
Todo maestro de la escuela sabática debería ser un seguidor de
Cristo, y aquellos que no se han identificado como sus discípulos,
mostrando por una vida consecuente que son cristianos, no deberían
ser invitados a ser maestros en la escuela sabática, porque ellos
mismos necesitan que primero alguien les enseñe los principios
fundamentales del amor y el temor de Dios. “Sin mí—dice Cristo,—
nada podéis hacer.” Entonces, ¿de qué valor sería la enseñanza de
uno que por experiencia personal no sabe nada del poder de Cristo?
Sería una gran inconsecuencia insistir en que tal persona enseñase
una clase en la escuela sabática, pero es aún peor permitir que una
clase esté bajo la influencia de un maestro cuyo comportamiento y
manera de vestir nieguen al Salvador a quien profesa servir.
Es menester que el corazón de quienes enseñan en la escuela
sabática sea calentado y vigorizado por la verdad de Dios, no siendo
oidores solamente, sino también hacedores de la Palabra. Deberían
nutrirse de Cristo, como los pámpanos se nutren de la vid. El rocío
de gracia celestial debería caer sobre ellos, para que su corazón
fuese como planta preciosa, cuyos capullos se abren y desarrollan
y despiden grata fragancia, como flores en el jardín de Dios. Los
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maestros deberían ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios,
y revelar siempre el hecho de que están aprendiendo diariamente
lecciones en la escuela de Cristo, y que son aptos para comunicar a
otros la luz que ellos han recibido de Aquel que es el Gran Maestro,
la Luz del mundo.
Los maestros deberían reconocer su responsabilidad y echar
mano de toda oportunidad para perfeccionarse, a fin de rendir la
mejor clase de servicio de una manera que tenga por resultado la sal-
vación de las almas. Así los maestros como los discípulos deberían
despertar y reconocer la importancia de manifestar diligencia y per-
severancia en el estudio de la Palabra de Dios. Deberían estar mucho
en comunión con Dios, de modo que las tentaciones mezquinas no
los dominen, y puedan resistir con buen éxito la indolencia y la apa-
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