Sigamos el objetivo
No debe perderse de vista el objetivo de la escuela sabática a
causa de la organización mecánica, ocupando en ello el tiémpo que
se debería dedicar a otros asuntos importantes. Siempre debemos
rehuir las formas y ceremonias que eclipsarían el verdadero objeto
por el cual estamos trabajando. Hay peligro de que lleguemos a ser
tan sistemáticos que la escuela sabática se convierta en algo cansador,
cuando por lo contrario, debería ser un descanso, un refrigerio y una
bendición.
No debe permitirse que la pureza y la sencillez de la escuela sa-
bática sean absorbidas por una interminable variedad de formas que
no permitan dedicar suficiente tiempo a los intereses religiosos. La
hermosura y el buen éxito de la escuela consisten en su simplicidad
y fervor para servir a Dios. Nada puede hacerse sin orden y regla-
mentación, pero es posible arreglar éstos de tal manera que excluyan
los mayores y más importantes deberes. Debería decirse menos a los
alumnos en cuanto a los preliminares y al sistema externo, y mucho
más acerca de la salvación de sus almas. Hay que hacer de éste el
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principio predominante de la escuela.
El peligro de la formalidad fría
La antiquísima historia del amor de Jesús, repetida por los maes-
tros y el director, con el amor de Jesús en el corazón, tendrá un poder
que convencerá y convertirá a las almas. Si el amor y la ternura
de Jesús han tocado vuestro corazón, podréis trabajar por vuestros
discípulos. Es preciso tener en vista siempre la simplicidad del Evan-
gelio. Con la ayuda de lo alto podemos hacer una obra fiel para el
Maestro. Continuamente debería mantenerse delante de los alumnos
el hecho de que sin que haya sinceridad de corazón todos nuestros
esfuerzos serán vanos.
El cariño y el amor deben verse en cada movimiento de los
maestros y directores de la escuela. La fría formalidad debe ser
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