Página 54 - Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica (1992)

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La manera que Dios tiene de impartir conocimiento
Día a día Jesús adquiría conocimiento en la gran biblioteca de
la naturaleza animada e inanimada. El que había creado todas las
cosas, por cuya poderosa palabra las colinas, los valles, los ríos y los
árboles habían llegado a existir, era ahora hijo de la humanidad, y
estudiaba las lecciones que su propia mano había escrito en las hojas,
las flores y los árboles. Las parábolas por medio de las cuales durante
su ministerio le gustaba a Jesús enseñar sus lecciones de verdad,
muestran cuán susceptible era su espíritu a la dulce influencia de
la naturaleza, y cómo, durante aquellos años de los cuales poco
sabemos, se deleitaba en reunir las enseñanzas espirituales de las
cosas que en la vida diaria le rodeaban. Para Jesús, el significado
de la Palabra y de las obras de Dios se desarrollaba gradualmente,
mientras pensaba y procuraba entender la razón de las cosas, lo
mismo que cualquier joven puede procurar entenderla.
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Todo niño puede adquirir conocimiento, como lo adquirió Jesús,
de las obras de la naturaleza y de las páginas de la santa Palabra de
Dios. Al tratar nosotros de llegar a conocer a nuestro Padre celestial
por su Santa Palabra, se nos acercarán los ángeles, nuestra mente
se fortalecerá, nuestro carácter se elevará y refinará, y llegaremos
a ser más semejantes a nuestro Salvador. Y cuando contemplamos
la hermosura y la grandeza de las obras de la naturaleza, nuestros
afectos anhelan a Dios; mientras el corazón se llena de reverencia, y
el espíritu se subyuga, el alma se fortalece por el hecho de ponerse
en relación con el Infinito por medio de sus maravillosas obras.
La comunión con Dios, mediante la oración humilde, desarrolla y
fortalece las facultades mentales y morales, y los poderes espirituales
aumentan por el cultivo de pensamientos sobre asuntos espirituales.
Aquellos que consagran alma, cuerpo y espíritu a Dios, purifi-
cando sus pensamientos por la obediencia a la ley divina, recibirán
continuamente una nueva dotación de poder físico y mental. El cora-
zón suspirará por Dios, y elevará fervientes súplicas a lo alto por una
clara percepción para discernir la misión y la obra del Espíritu Santo.
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