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Consejos para la Iglesia
que están a la cabeza de la obra. Luego se ponen en duda los dones;
y por supuesto, más tarde tienen poco peso y las instrucciones dadas
por medio de las visiones son despreciadas. Luego sigue el escepti-
cismo en cuanto a los puntos vitales de nuestra fe, los puntales de
nuestra posición, y a continuación la duda en cuanto a las Santas
Escrituras y la marcha descendente hacia la perdición. Cuando se
ponen en duda los
Testimonios
en los cuales se creía una vez y se
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renuncia a ellos, Satanás sabe que los seducidos no se detendrán con
esto, y él redobla sus esfuerzos hasta lanzarlos en abierta rebelión,
que se vuelve incurable y acaba en la destrucción. Cediendo a las
dudas y la incredulidad acerca de la obra de Dios, y albergando
sentimientos de desconfianza y celos crueles, se están preparando
para la seducción completa. Se levantan con sentimientos amargos
contra aquellos que se atreven a hablar de sus errores y reprender
sus pecados.
No sólo los que rechazan los
Testimonios
o albergan dudas con
respecto a ellos están en terreno peligroso. Despreciar la luz es
rechazarla.
Si perdéis la confianza en los
Testimonios
, os apartaréis de la
verdad bíblica. He temido que muchos asumiesen una actitud du-
bitativa e inquisidora, y en mi angustia por vuestras almas quisiera
amonestaros. ¿Cuántos escucharán la amonestación
La ignorancia de los “Testimonios” no es una excusa
Muchos contrarían directamente la luz que Dios ha dado a su
pueblo, porque no leen los libros que contienen la luz y el cono-
cimiento, en reconvenciones, reprensiones y amonestaciones. Los
cuidados del mundo, el amor a la moda y la falta de religión han
desviado la atención de la luz que Dios nos ha concedido tan mi-
sericordiosamente, mientras que libros y periódicos que contienen
errores inundan todo el país. Por doquiera están aumentando el es-
cepticismo y la incredulidad. La preciosa luz que proviene del trono
de Dios se oculta bajo un almud. Dios hará a su pueblo responsable
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de esta negligencia. Habrá que darle cuenta de todo rayo de luz
que él ha dejado brillar sobre nuestra senda, sea que la hayamos
aprovechado para progresar en las cosas divinas, o rechazado porque
nos resultaba más agradable seguir nuestras inclinaciones.