Página 153 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Capítulo 17—Pureza de corazón y de vida
Dios os ha dado un tabernáculo que cuidar y conservar en la
mejor condición para su servicio y gloria. Vuestros cuerpos no os
pertenecen. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo? ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios
mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo
es”.
1 Corintios 6:19
;
3:16, 17
En esta época de corrupción, cuando nuestro adversario el diablo
ronda como león rugiente buscando a quien devore, veo la necesidad
de elevar mi voz en amonestación. “Velad y orad, para que no entréis
en tentación”.
Mateo 26:41
. Son muchos los que poseen talentos
brillantes y que los dedican impíamente al servicio de Satanás.
¿Qué advertencia puedo dar a un pueblo que profesa haber sa-
lido del mundo y haber dejado las obras de las tinieblas? ¿A un
pueblo a quien Dios ha hecho depositario de su ley, pero que como
la higuera frondosa ostenta sus ramas aparentemente florecientes
a la misma faz del Altísimo y, sin embargo, no lleva frutos para la
gloria de Dios? Muchos de ellos albergan pensamientos impuros,
imaginaciones profanas, deseos no santificados y bajas pasiones.
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Dios aborrece el fruto que lleva un árbol tal. Los ángeles, puros y
santos, miran la conducta de los tales con aborrecimiento, mientras
Satanás se regocija. ¡Ojalá que los hombres y mujeres considerasen
lo único que pueden ganar al transgredir la ley de Dios! En cual-
quier circunstancia, la transgresión deshonra a Dios y resulta en una
maldición para el hombre. Debemos considerarla así, por hermoso
que sea su disfraz y cualquiera sea la persona que la cometa
Los limpios de corazón verán a Dios. Todo pensamiento impuro
contamina el alma, menoscaba el sentido moral y tiende a obliterar
las impresiones del Espíritu Santo. Empaña la visión espiritual, de
manera que los hombres no puedan contemplar a Dios. El Señor
puede perdonar al pecador arrepentido, y le perdona; pero aunque
esté perdonada, el alma quedará mancillada. Toda impureza de pala-
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