Página 179 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

El matrimonio
175
esposa como Cristo amó a la iglesia. La mujer debe respetar y amar
a su marido. Ambos deben cultivar un espíritu de bondad, y estar
bien resueltos a nunca perjudicarse ni causarse pena el uno al otro.
Hermanos míos, ambos tenéis una voluntad fuerte. Podéis hacer
de ella una gran bendición o una gran maldición para vosotros y para
aquellos con quienes tengáis relaciones. No tratéis de constreñiros el
uno al otro. No podéis obrar así y conservar vuestro amor recíproco.
Las manifestaciones de la propia voluntad destruyen la paz y la feli-
cidad de la familia. No dejéis penetrar el desacuerdo en vuestra vida
conyugal. De lo contrario seréis desdichados ambos. Sed amables
en vuestras palabras y bondadosos en vuestras acciones; renunciad
a vuestros deseos personales. Vigilad vuestras palabras, porque ellas
ejercen una influencia considerable para bien o para mal. No dejéis
traslucir irritación en la voz, mas poned en vuestra vida el dulce
perfume de la semejanza de Cristo.
[229]
Antes de entrar en una unión tan íntima como el matrimonio, un
hombre debiera saber dominarse a sí mismo y cómo obrar con los
demás.
Hermano mío, sea bueno, paciente, indulgente. Acuérdese de
que su esposa le ha aceptado por marido no para que usted la domine
sino para que le ayude. No sea nunca imperioso y arbitrario. No
haga uso de su fuerte voluntad para obligar a su esposa a hacer lo
que usted quiera. Acuérdese de que ella también tiene una voluntad
y que tiene probablemente tantos deseos como usted de obrar según
su criterio. Acuérdese también de que usted tiene la ventaja de una
experiencia más amplia. Tenga para ella miramientos y cortesía. “La
sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica,
amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos”.
Santiago
3:17
.
Recordad, hermanos míos, que Dios es amor, y que por su gracia
podéis llegar a haceros mutuamente felices, según lo prometisteis en
ocasión de vuestro casamiento. Por la fuerza del Redentor, podéis
trabajar con sabiduría y potencia para contribuir a la regeneración de
alguna existencia desdichada. ¿Qué hay de imposible para Cristo? El
es perfecto en sabiduría, justicia y amor. No os encerréis en vosotros
mismos; ni os contentéis con cifrar todos vuestros afectos el uno en el
otro. Aprovechad toda ocasión de trabajar por aquellos que os rodean
y compartid con ellos vuestros afectos. Las palabras amables, las