Página 178 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni el otro debe perder su
individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y a él
debéis preguntar: ¿Qué es bueno?, ¿qué es malo? y ¿cómo puedo
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alcanzar mejor el blanco de mi existencia? “No sois vuestros. Porque
habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
1 Corintios
6:19, 20
. Vuestro amor por lo que es humano debe ser secundario a
vuestro amor a Dios. La abundancia de vuestro amor debe dirigirse
hacia Aquel que dio su vida por vosotros. El alma que vive para
Dios le tributa el mejor de sus afectos. ¿Se dirige la mayor parte de
vuestro amor hacia Aquel que murió por vosotros? Si es así, vuestro
amor recíproco será conforme al orden celestial.
Vuestro afecto podrá ser tan claro como el cristal, arrobador en
su pureza, y sin embargo, podría ser superficial por no haber sido
probado. Dad a Cristo, en todas las cosas, el lugar primero, el último
y el mejor. Contempladle constantemente, y vuestro amor por él,
en la medida en que sea probado, se hará cada día más profundo
y más fuerte. Y a medida que crezca vuestro amor por él, vuestro
amor mutuo aumentará también en fuerza y profundidad. “Nosotros
todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del
Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen,
como por el Espíritu del Señor”.
2 Corintios 3:18
.
Tenéis ahora deberes que cumplir que no existían antes de vues-
tro matrimonio. “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y
amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia”. Examinad con cuidado las instruccio-
nes siguientes: “Andad en amor, como también Cristo nos amó. Las
casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor; porque
el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la
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iglesia. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las
casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras
mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo
por ella”.
Colosenses 3:12
;
Efesios 5:2, 22-25
.
El matrimonio, unión para toda la vida, es símbolo de la unión
de Cristo con su iglesia. El espíritu que Cristo manifiesta hacia su
iglesia es el mismo espíritu que debe reinar entre los esposos.
Ninguno de los dos debe tratar de dominar. El Señor ha presen-
tado los principios que deben guiarnos. El esposo debe amar a la