Página 20 - Consejos para la Iglesia (1991)

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El don profético y Elena G. de White
Preparación para enfrentar la crisis
Todos los adventistas del séptimo día aguardan con anhelo el día
cuando Jesús vendrá para llevarlos al hogar celestial que ha ido a
prepararles. En aquella tierra mejor no habrá más pecado, ni chascos,
ni hambre, ni pobreza, ni enfermedad, y no habrá muerte. Cuando el
apóstol Juan contempló los privilegios que aguardan al fiel, exclamó:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados
hijos de Dios... Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se
manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es”.
1 Juan 3:1, 2
.
Ser semejantes a Jesús en carácter es el ideal de Dios para su
pueblo. Desde el principio, fue el plan de Dios que los miembros
de la familia humana, creados a su imagen, desarrollaran caracteres
semejantes al suyo. Para lograr esto, nuestros primeros padres iban
a recibir instrucción de Cristo y de los ángeles en conversaciones
cara a cara. Pero después que Adán y Eva pecaron, ya no pudieron
hablar libremente con los seres celestiales cara a cara.
Para que la familia humana no quedara sin dirección, Dios eligió
otros medios para revelar su voluntad a su pueblo, uno de los cuales
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fue por medio de los profetas. Dios dijo a Israel: “Cuando haya entre
vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré
con él”.
Números 12:6
.
El propósito de Dios es que su pueblo esté informado e instruido,
que conozca y entienda no sólo los tiempos en los cuales vive sino
también lo que va a suceder. “Porque no hará nada Jehová el Señor,
sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”.
Amós 3:7
.
Esto pone en contraste al pueblo de Dios, los “hijos de luz” (
1
Tesalonicenses 5:5
), con la gente del mundo.
La obra del profeta incluye mucho más que anunciar lo que
ocurrirá en el futuro. Moisés, un profeta de Dios que escribió 6
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