Página 242 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
¿Qué le importa al sembrador de chismes si difama al inocente? No
detendrá su mala obra, aunque destruya la esperanza y el valor en
quienes ya se hunden bajo sus cargas. Sólo le interesa satisfacer su
propensión a sembrar escándalos. Aun profesos cristianos cierran
los ojos a todo lo que es puro, honrado, noble y amable, para atesorar
cuanto es objetable y desagradable, y publicarlo al mundo
Los celos y las críticas
Me duele decir que hay lenguas indisciplinadas entre los miem-
bros de la iglesia. Hay lenguas falsas que se alimentan de maldad.
Hay lenguas astutas y murmuradoras. Hay charla, impertinente entro-
metimiento, hábiles interrogaciones. Entre los amadores del chisme,
algunos son impulsados por la curiosidad, otros por los celos, mu-
chos por el odio contra aquellos por cuyo medio Dios ha hablado
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para reprenderlos. Todos estos elementos discordantes trabajan. Al-
gunos ocultan sus verdaderos sentimientos, mientras que otros están
ávidos de publicar todo lo que saben, o aun sospechan, de malo
contra otros.
Vi que hasta el espíritu de perjurio, capaz de trocar la verdad
en mentira, lo bueno en malo, la inocencia en crimen, está ahora
activo. Satanás se regocija por esta condición de los que profesan ser
el pueblo de Dios. Mientras muchos están descuidando sus propias
almas, buscan ávidamente una oportunidad de criticar y condenar a
otros. Todos tienen defectos de carácter, y no es difícil hallar algo que
los celos puedan interpretar para su perjuicio. “Ahora—dicen estos
que se han constituido en jueces—, tenemos los
hechos.
Vamos
a basar en ellos una acusación de la cual no se podrán limpiar”.
Esperan una oportunidad adecuada, y entonces presentan su fardo
de chismes, y sacan sus calumnias.
En su esfuerzo por asentar un argumento, las personas que tienen
por naturaleza una imaginación viva, están en peligro de engañarse
a sí mismas y a otras. Recogen expresiones descuidadas de otra
persona, sin considerar que a veces ciertas palabras pueden haberse
dicho con premura y que, por lo tanto, no reflejan los verdaderos
sentimientos del que habló. Pero estas observaciones que no fueron
premeditadas, y que con frecuencia son tan triviales que no valen
la pena de tenerse en cuenta, son miradas a través del vidrio de