Página 260 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Capítulo 36—La disciplina y la educación
apropiada de nuestros hijos
Prevalece en el mundo la tendencia a dejar a los jóvenes seguir
la inclinación natural de su propia mente. Y los padres dicen que si
los jóvenes son muy desenfrenados en su adolescencia se corregirán
más tarde, y que cuando tengan dieciséis o dieciocho años razonarán
por su cuenta, abandonarán sus malos hábitos y llegarán por fin a
ser hombres y mujeres útiles. ¡Qué error! Durante años permiten
que el enemigo siembre en el jardín del corazón; permiten que se
desarrollen en él malos principios, y en muchos casos todo el trabajo
que se haga para cultivar ese terreno no servirá para nada.
Satanás trabaja con astucia y perseverancia y es un enemigo mor-
tífero. Cuando quiera que se pronuncie una palabra descuidada para
perjuicio de la juventud, sea en adulación o para hacerle considerar
un pecado con menos aborrecimiento, Satanás se aprovecha de ello
y alimenta la mala semilla, a fin de que pueda arraigar y producir
abundante cosecha. Algunos padres han dejado a sus hijos adquirir
malas costumbres, cuyos rastros podrán verse a través de toda la
vida. Los padres son responsables de este pecado. Esos hijos pueden
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profesar ser cristianos, pero sin una obra especial de la gracia en el
corazón y una reforma cabal en la vida, sus malas costumbres pasa-
das se advertirán en toda su experiencia y manifestarán precisamente
el carácter que sus padres les permitieron adquirir
Los padres deben gobernar a sus hijos, corregir sus acciones
y subyugarlos, o Dios destruirá seguramente a sus hijos en el día
de su gran ira; y los padres que no hayan dominado a sus hijos no
quedarán sin culpa. De manera especial, deben los siervos de Dios
gobernar sus propias familias y mantenerlas en buena sujeción. Vi
que no están preparados para juzgar o decidir asuntos de la iglesia,
a menos que puedan gobernar bien su propia casa. Primero deben
poner orden en su casa, y luego su juicio e influencia pesarán en la
iglesia
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