Página 283 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La educación cristiana
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inferior o estrecha, debe ser encargada de una de estas escuelas. No
pongáis sobre los niños a maestros jóvenes e inexpertos, que no
tienen capacidad para manejarlos; porque sus esfuerzos tenderán a
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la desorganización
No debería emplearse a un maestro, a menos que tengáis evi-
dencias por medio de pruebas, de que ama a Dios y teme ofenderlo.
Si los maestros son enseñados por Dios, si aprenden sus lecciones
diariamente en la escuela de Cristo, trabajarán en conformidad con
Cristo. Prevalecerán y atraerán a Cristo, porque cada niño y cada
joven es precioso
Los hábitos y principios de un maestro deben considerarse como
de mayor importancia que su preparación literaria. A fin de ejercer
la debida influencia, debe tener perfecto dominio de sí mismo y su
propio corazón debe estar henchido de amor por sus alumnos, cosa
que se revelará en su mirada, sus palabras y actos
El maestro debe conducirse siempre como un caballero cristiano.
Debe asumir la actitud de amigo y consejero de sus alumnos. Si todo
nuestro pueblo—maestros, ministros y miembros laicos—cultivase
el espíritu de la cortesía cristiana, le sería más fácil hallar acceso a
los corazones de la gente; muchos más serían inducidos a examinar
y recibir la verdad. Cuando cada maestro se olvide de sí mismo, y
sienta profundo interés por el éxito y la prosperidad de sus alumnos,
comprendiendo que son propiedad de Dios, y que él deberá dar
cuenta de su influencia sobre sus mentes y caracteres, entonces
tendremos una escuela en la cual los ángeles se deleitarán en estar
Nuestras escuelas de iglesia necesitan maestros que tengan altas
cualidades morales; personas en quienes se pueda confiar; que sean
sanas en la fe; que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios y
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se abstengan de toda apariencia de mal.
Es malo poner a los niños bajo maestros orgullosos y despro-
vistos de amor. Un maestro así hará mucho daño a aquellos cuyo
carácter se está desarrollando rápidamente. No se los debe emplear
si no son sumisos a Dios, si no tienen amor hacia los niños sobre
quienes presiden, si manifiestan parcialidad hacia los que agradan a
su fantasía, y manifiestan indiferencia para los que son menos atra-
yentes, o hacia los que son inquietos y nerviosos, porque el resultado
de su trabajo será una pérdida de almas para Cristo.