La educación cristiana
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eternidad. Un joven ferviente, concienzudo y fiel en la escuela es un
tesoro inestimable. Los ángeles del cielo lo consideran con amor.
Su precioso Salvador le ama, y en el libro mayor del cielo quedará
registrada toda obra de justicia, toda tentación resistida, todo mal
vencido. Así estará echando un buen fundamento para el tiempo
venidero, para asirse de la vida eterna.
De la juventud cristiana depende en gran medida la conservación
y perpetuidad de las instituciones que Dios ha designado como
medios de adelantar su obra. Esta seria responsabilidad descansa
sobre la juventud que entra hoy en el escenario de acción. Nunca
ha habido una época en que dependiesen resultados tan importantes
de una generación de hombres. ¡Cuán importantes es, pues, que los
jóvenes lleguen a estar capacitados para la gran obra, a fin de que
Dios pueda usarlos como instrumentos suyos! Su Hacedor tiene
sobre ellos derechos que superan a todos los demás.
Dios es quien ha dado la vida y toda dote física y mental que los
jóvenes poseen. Les ha conferido capacidad para que la aprovechen
sabiamente, a fin de confiarles una obra que será tan duradera como
la eternidad. En recompensa de sus grandes dones, él pide que
ellos cultiven y ejerzan debidamente sus facultades intelectuales y
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morales. No les dio esas facultades para su diversión o para que
abusasen de ellas obrando contra su voluntad y providencia, sino
para que las empleasen en fomentar el conocimiento de la verdad y
santidad en el mundo. El exige su gratitud, su veneración y amor, por
su continua bondad e infinitas misericordias. El requiere con justicia
que se obedezcan sus leyes y todos los sabios reglamentos que
restringirán y guardarán a los jóvenes de los designios de Satanás
y los conducirán por sendas de paz. Si los jóvenes pueden ver que
al cumplir con las leyes y reglamentos de nuestras instituciones
están haciendo algo que mejorará su posición en la sociedad, elevará
su carácter, ennoblecerá su mente y aumentará su fidelidad, no se
rebelarán contra las reglas justas y los requerimientos sanos, ni se
dedicarán a crear sospechas y prejuicios contra estas instituciones.
Nuestros jóvenes deben tener un espíritu de energía y fidelidad para
hacer frente a las demandas que se les hacen, y les será una garantía
de éxito. El carácter malo y temerario de muchos de los jóvenes
de esta época del mundo es descorazonador. Mucha de la culpa