Página 298 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
V.M. Todo lo que el mundo proporciona no puede sanar al corazón
quebrantado, ni dar la paz al espíritu, ni disipar las inquietudes, ni
desterrar la enfermedad. La fama, el genio y el talento son impotentes
para alegrar el corazón entristecido o restaurar la vida malgastada.
La vida de Dios en el alma es la única esperanza del hombre.
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El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder
vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el
corazón y los nervios. Por su medio, las energías más potentes de
nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa
y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida.
Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo
que nada en la tierra puede destruir; el gozo que hay en el Espíritu
Santo, un gozo que da salud y vida.
Las palabras de nuestro Salvador: “Venid a mí... y yo os haré
descansar” (
Mateo 11:28
), son una receta para curar las enferme-
dades físicas, mentales y espirituales. A pesar de que por su mal
proceder los hombres han atraído el dolor sobre sí mismos, Cristo
se compadece de ellos. En él pueden encontrar ayuda. Hará cosas
grandes en beneficio de quienes en él confíen
La reforma pro salud actual
En nuestra obra debe dedicarse más atención a la reforma pro
temperancia. Todo deber que exige reforma entraña arrepentimiento,
fe y obediencia. Significa elevar el alma a una vida nueva y más
noble. De modo que toda verdadera reforma tiene su lugar en la
obra del mensaje del tercer ángel. Especialmente la reforma pro
temperancia exige nuestra atención y apoyo. En nuestros congresos
debemos llamar la atención a esa obra y hacer de ella un asunto
de viva importancia. Debemos presentar a la gente los principios
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de la verdadera temperancia y solicitarle que firme la promesa de
abstinencia. Debe dedicarse atención especial a los que están escla-
vizados por los malos hábitos. Debemos conducirlos a la cruz de
Cristo.
A medida que nos acercamos al fin del tiempo, debemos ele-
varnos cada vez más en lo que respecta a la cuestión de la reforma
pro salud y la temperancia cristiana, presentándola de una manera
más positiva y decidida. Debemos esforzarnos continuamente por