Capítulo 41—Alimentos a base de carne
Dios dio a nuestros primeros padres el alimento que él había
establecido que la raza humana debía consumir. Era contrario a su
plan que se quitara la vida a ningún ser viviente. No había de haber
muerte en el Edén. El fruto de los árboles del huerto constituía el
alimento exigido por las necesidades del hombre. Dios no dio al
hombre permiso para consumir alimentos animales hasta después del
diluvio. Todo aquello a base de lo cual el hombre pudiera subsistir
había sido destruido, y por lo tanto el Señor, a causa de la necesidad
humana, dio a Noé permiso para comer de los animales limpios que
había llevado consigo en el arca. Pero el alimento animal no era el
artículo de consumo más saludable para el hombre.
Después del diluvio la gente comía mayormente alimentos de
origen animal. Dios vio que las costumbres del hombre se habían
corrompido, y que él estaba dispuesto a exaltarse a sí mismo en
forma orgullosa contra su Creador y a seguir los dictámenes de su
propio corazón. Y permitió que la raza longeva comiera alimentos
de origen animal para abreviar su existencia pecaminosa. Pronto,
después del diluvio, la raza humana comenzó a decrecer en tamaño
y longevidad
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Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor de-
mostró cuál era el mejor régimen alimenticio; en la elección que hizo
para Israel enseñó la misma lección. Por medio de ellos deseaba ben-
decir y enseñar al mundo. Les suministró el alimento más adecuado
para este propósito, no la carne, sino el maná, “el pan del cielo”.
Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones acerca de
las ollas de carne de Egipto les fue concedido alimento animal, y
esto únicamente por poco tiempo. Su consumo trajo enfermedades y
muerte para miles. Sin embargo, nunca aceptaron de buen grado la
restricción de tener que alimentarse sin carne. Siguió siendo causa
de descontento y murmuración, en público y en privado, de modo
que nunca revistió carácter permanente.
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