Página 320 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
y debe ser proclamado con fuerte voz. Debemos creer con una fe
firme y permanente que este mensaje irá cobrando siempre mayor
importancia hasta la consumación de los tiempos.
Algunos profesos cristianos aceptan ciertas porciones de los
Tes-
timonios
como un mensaje de Dios, pero rechazan las que condenan
sus costumbres favoritas. Tales personas trabajan para su mengua
y la de la iglesia. Es de todo punto esencial que andemos en la luz
mientras la tenemos. Los que diciendo creer en la reforma pro salud,
niegan sus principios en la vida diaria, causan perjuicio a su alma y
producen una impresión desfavorable en la mente de los creyentes y
de los no creyentes.
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Fortalecidos por la obediencia
Una solemne responsabilidad descansa sobre los que tienen co-
nocimiento de la verdad: la de velar para que sus obras correspondan
a su fe, que su vida sea refinada y santificada, y que sean preparados
para la obra que debe cumplirse rápidamente en el curso de estos
últimos días del mensaje. No tienen ni tiempo ni fuerzas que gastar
en la satisfacción de sus apetitos. Estas palabras debieran repercutir
con fuerza ahora en nuestros oídos: “Así que, arrepentíos y conver-
tíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la
presencia del Señor tiempos de refrigerio”.
Hechos 3:19
. A muchos
de los nuestros les falta espiritualidad y se perderán a menos que se
conviertan completamente. ¿Queréis arriesgaros a ello?
Dios exige que su pueblo progrese constantemente. Debemos
aprender que la satisfacción de nuestros apetitos es el mayor obstácu-
lo que se oponga a nuestro progreso intelectual y a la santificación
del alma. No obstante todo lo que profesemos en lo que concierne a
la reforma pro salud, algunos de entre nosotros se alimentan mal. El
halago de los apetitos es la causa principal de la debilidad física y
mental, del agotamiento y de las muertes prematuras. Toda persona
que busca la pureza de la mente debe recordar que en Cristo hay un
poder capaz de dominar los apetitos.
Si pudiese beneficiarnos el satisfacer nuestro deseo de comer
carne, no os dirigiría esta súplica; pero sé que ello es imposible.
Los alimentos preparados a base de carne perjudican la salud física,
y debemos aprender a vivir sin ellos. Los que están en situación