Página 336 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
En cada iglesia elegían dirigentes y establecían el debido orden y
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sistema para la conducción de todos los asuntos que tenían que ver
con el bienestar espiritual de los creyentes.
Esto estaba en armonía con el plan evangélico de unir en un solo
cuerpo a todos los creyentes en Cristo, y Pablo tuvo mucho cuidado
de seguir este plan en todo su ministerio. Los que en cualquier lugar
eran inducidos por sus labores a aceptar a Cristo como su Salvador,
eran, al debido tiempo, organizados en iglesia. Se hacía esto aunque
los creyentes fueran pocos. Así se les enseñaba a los cristianos a
ayudarse unos a otros, recordando la promesa: “Donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Mateo 18:20
Haciendo frente a la disensión en la iglesia
En Jerusalén, los delegados de Antioquía se encontraron con
los hermanos de las diversas iglesias, que se habían reunido para
asistir a un concilio general, y les relataron el éxito que había tenido
su ministerio entre los gentiles. Expusieron entonces la confusión
provocada por el hecho de que ciertos fariseos convertidos habían
ido a Antioquía y habían declarado que para salvarse, los conversos
gentiles debían circuncidarse y guardar la ley de Moisés.
Esta cuestión se discutió calurosamente en la asamblea.
Plugo al Espíritu Santo no imponer la ley ceremonial a los con-
versos gentiles, y la actitud de los apóstoles en cuanto a este asunto
era como la actitud misma del Espíritu de Dios. Santiago presidía el
concilio, y su decisión final fue “yo juzgo que no se inquiete a los
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gentiles que se convierten a Dios”.
Esto puso fin a la discusión.
En este caso, Santiago parece haber sido escogido para anunciar
la decisión a la cual había llegado el concilio.
Los conversos gentiles, sin embargo, debían abandonar las cos-
tumbres que no concordaban con los principios del cristianismo.
Los apóstoles y ancianos convinieron, por lo tanto, en pedir a los
gentiles, por carta, que se abstuvieran de los alimentos ofrecidos a
los ídolos, de fornicación, de cosa estrangulada, y de sangre. Debía
instárselos a guardar los mandamientos y a vivir una vida santa.
Debía asegurárseles también que los que habían declarado obliga-