Página 369 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

La observancia del santo sábado de Dios
365
haber alegado que era anciano y débil, y que no podía sacrificar al
hijo que era el gozo de su vida. Podría haber recordado al Señor que
esta orden contrariaba las promesas que le había hecho respecto de
su hijo. Pero Abrahán obedeció sin una queja ni un reproche. Su
confianza en Dios fue implícita
Los ministros de Jesús deben reprender a los que no se acuerdan
del sábado para santificarlo. Deben reprender bondadosa y solem-
nemente a los que participan en conversación mundanal en sábado,
y al mismo tiempo aseveran ser observadores del sábado. Deben
estimular la devoción a Dios en su santo día.
Nadie debe sentirse libre para pasar el tiempo santificado de una
manera que no sea provechosa. Desagrada a Dios que los observa-
[489]
dores del sábado duerman durante gran parte del sábado. Deshonran
a su Creador al hacerlo. Por su ejemplo dicen que los seis días son
demasiado preciosos para que ellos los pasen descansando. Deben
ganar dinero, aunque sea privándose del sueño que necesitan, y lo
recuperan durmiendo durante el tiempo santo. Luego se disculpan
diciendo: “El sábado fue dado como día de reposo. No me privaré
del descanso para asistir a la reunión; porque necesito descansar”.
Los tales hacen un uso erróneo del día santificado. En este día deben
interesar especialmente a sus familias en la observancia del mis-
mo, y congregarse en la casa de oración, con los pocos o con los
muchos que asistan, según sea el caso. Deben dedicar su tiempo y
sus energías a los ejercicios espirituales, para que la influencia divi-
na que descansa sobre el sábado los acompañe durante la semana.
De todos los días de la semana, ninguno es tan favorable para los
pensamientos y sentimientos de devoción como el sábado
Si el sábado se hubiera santificado siempre, jamás habría podido
haber ateos ni idólatras.
La institución del sábado, que tiene su origen en el Edén, es tan
antigua como el mundo mismo. Ese día fue observado por todos los
patriarcas, desde la creación en adelante. Durante su servidumbre
en Egipto, los israelitas fueron obligados por sus amos a violar el
sábado, y perdieron en gran parte el conocimiento de su santidad.
Cuando se proclamó la ley en el Sinaí, las primeras palabras del
cuarto mandamiento fueron: “Acuérdate de santificar el día del sá-
bado”, lo cual demuestra que el sábado no se instituyó entonces; se
[490]
señala su origen haciéndolo remontar a la creación. Para borrar a