Página 38 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
la Asociación General creyese más conveniente que fueras? ¿No ha
sido ésta siempre tu costumbre?’
“‘Sí’, dije.
“‘Entonces, ¿por qué te sientes casi abandonada y desanimada?
¿No es éste el trabajo del enemigo?’ ‘yo creo que lo es’, me dije.
“Me sequé las lágrimas lo más pronto posible y dije: ‘Ya es
suficiente. No miraré más el lado oscuro de las cosas. Sea que viva
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o que muera, encomiendo mi alma a Aquel que murió por mí’.
“Entonces creí que el Señor haría bien todas las cosas, y durante
esos ocho meses de incapacidad, no me he abatido ni he tenido
dudas. Miro ahora este asunto como parte del gran plan de Dios,
para el bien de su pueblo en este país, y también para los de América,
y para mi propio bien. No puedo explicar cómo ni por qué, pero
así lo creo. Y soy feliz dentro de mi aflicción. Puedo confiar en mi
Padre celestial. No dudaré de su amor”
Cuando vivió en su hogar en California durante los últimos 15
años de su vida, iba envejeciendo, pero se interesaba en el trabajo
de su pequeña granja y en el bienestar de las familias de los que la
ayudaban en su obra. La encontramos ocupada en escribir, lo que
hacía frecuentemente después de media noche, pues se retiraba tem-
prano a la cama. Si se lo permitía su trabajo y si el día era agradable,
salía para hacer un pequeño recorrido por el campo, deteniéndose
para hablar con una madre que veía en la huerta o en el porche de
una casa mientras ella pasaba. Algunas veces veía alguna necesidad
de alimentos o de ropa y regresaba a su casa y sacaba algunas cosas
de las provisiones que tenía. Años después de su fallecimiento, los
vecinos del valle donde vivió la recordaban como la mujer bajita, de
cabello blanco, que siempre hablaba amorosamente de Jesús.
Cuando murió tenía poco más que para sus necesidades y las
comodidades básicas de la vida. Fue una cristiana adventista del sép-
timo día que confío en los méritos del Salvador resucitado e intentó
hacer fielmente la obra que el Señor le había encomendado. Con
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confianza en su corazón, llegó al final de una vida plena, consistente
con su experiencia cristiana.