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Consejos para la Iglesia
profundamente norteamericanos, todos llegarán a ser tan categórica-
mente semejantes a Cristo.
El templo judío fue construído con piedras labradas que se saca-
ron de las montañas. Y cada piedra era preparada para su lugar en el
templo, labrada a escuadra, pulida y probada antes de ser transporta-
da a Jerusalén. Cuando todas esas piedras se encontraron sobre el
terreno, la edificación se hizo sin que se oyera el ruido de un hacha
o de un martillo. Esta edificación representa el templo espiritual de
Dios, compuesto de materiales traídos de todas las naciones, len-
guas, pueblos y clases sociales, grandes y pequeños, ricos y pobres,
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sabios e ignorantes. No se trata de substancias inertes, que deban
ser trabajadas por medio del martillo o el cincel. Son piedras vivas,
sacadas de la cantera del mundo por medio de la verdad; y el gran
Arquitecto, el Señor del templo, está ahora labrándolas y puliéndo-
las, preparándolas para su lugar respectivo en el templo espiritual.
Ese templo, una vez terminado, será perfecto en todas sus partes y
causará la admiración de los ángeles y de los hombres; porque Dios
es su Arquitecto y Constructor.
Nadie piense que no tiene necesidad de golpe alguno. No hay
persona ni nación que sea perfecta en todas sus costumbres y ma-
neras de pensar. Una debe aprender de otra. Por esto Dios quiere
que las diferentes nacionalidades se asocien para llegar a ser un solo
pueblo en sus maneras de ver y en sus propósitos. Así será cumplida
la unión que es en Cristo.
Vine a este país con cierta aprensión, por lo mucho que había
oído de las peculiaridades de las diferentes naciones europeas y de
los medios que debían usarse para alcanzarlas. Pero la sabiduría
divina es prometida a los que sienten su necesidad de ella y la
piden. Dios es quien puede traer a la gente al punto en que quiera
recibir la verdad. Dejad al Señor tomar posesión de las mentes para
modelarlas como el alfarero modela la arcilla, y las diferencias
desaparecerán. Hermanos, mirad a Cristo; imitad sus modales y su
espíritu; luego no os será difícil alcanzar a las diferentes clases de
personas. No tenemos seis modelos para imitar, ni tampoco cinco,
sino uno solo: Cristo Jesús. Si los hermanos italianos, franceses y
alemanes se esfuerzan en parecérsele, colocarán sus pies sobre el
mismo fundamento, el de la verdad; el mismo espíritu que anima al
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uno animará también al otro: Cristo en ellos, esperanza de gloria.