Página 412 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
consagrado por la agonía de Aquel que llevó los pecados del mundo.
Presenciamos la lucha por la cual se obtuvo nuestra reconciliación
con Dios. El Cristo crucificado es levantado por nosotros.
Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más ple-
namente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la
Majestad del cielo. El plan de salvación queda glorificado delante de
nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y
sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en
nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adora-
ción del yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en
su memoria las escenas del Calvario.
Mientras la fe contempla el gran sacrificio de nuestro Señor, el
alma asimila la vida espiritual de Cristo. Y esa alma recibirá fuerza
espiritual de cada comunión. El rito forma un eslabón viviente por
el cual el creyente está ligado con Cristo, y así con el Padre. En un
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sentido especial, forma un vínculo entre Dios y los seres humanos
que dependen de él
El rito de la comunión señala la segunda venida de Cristo. Estaba
destinado a mantener esta esperanza viva en la mente de los discípu-
los. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar
su muerte, relataban como él “tomando la copa, y habiendo dado
gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi
sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión
de pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto
de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el
reino de mi Padre”.
Mateo 26:27-29
. En su tribulación hallaban
consuelo en la esperanza del regreso de su Señor. Les era indecible-
mente precioso el pensamiento: “Todas las veces que comiéreis este
pan, y bebiéreis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que
venga”.
1 Corintios 11:26
.
Estas son las cosas que nunca hemos de olvidar. El amor de
Jesús, con su poder constrictivo, ha de mantenerse fresco en nues-
tra memoria. Cristo instituyó este rito para que hablase a nuestros
sentidos del amor de Dios expresado en nuestro favor. No puede
haber unión en nuestras almas y Dios excepto por Cristo. La unión
y el amor entre hermanos deben ser cimentados y hechos eternos
por el amor de Jesús. Y nada menos que la muerte de Cristo podía
hacer eficaz para nosotros este amor. Es únicamente por causa de