Página 411 - Consejos para la Iglesia (1991)

Basic HTML Version

La cena del señor
407
otros. Se comprometen a entregar su vida a un ministerio abnega-
do. Y esto no sólo unos por otros. Su campo de labor es tan vasto
[547]
como lo era el de su Maestro. El mundo está lleno de personas que
necesitan nuestro ministerio. Por todos lados hay pobres desampara-
dos e ignorantes. Los que hayan tenido comunión con Cristo en el
aposento alto, saldrán a servir como él sirvió.
Jesús, que era servido por todos, vino a ser siervo de todos. Y
porque ministró a todos, volverá a ser servido y honrado por todos.
Y los que quieren participar de sus atributos, y con él compartir el
gozo de ver almas redimidas, deben seguir su ejemplo de ministerio
abnegado
Un recordativo de su segunda venida
Mientras estaban reunidos en derredor de la mesa, dijo en tono
de conmovedora tristeza: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros
esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré
más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado
la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros;
porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el
reino de Dios venga”.
Lucas 22:15-18
Pero el servicio de la comunión no había de ser una ocasión de
tristeza. Tal no era su propósito. Mientras los discípulos del Señor
se reúnen alrededor de su mesa, no han de recordar y lamentar sus
faltas. No han de espaciarse en su experiencia religiosa pasada, haya
sido ésta elevadora o deprimente. No han de recordar las divergen-
cias existentes entre ellos y sus hermanos. El rito preparatorio ha
abarcado todo esto. El examen propio, la confesión del pecado, la
reconciliación de las divergencias, todo esto se ha hecho. Ahora han
[548]
venido para encontrarse con Cristo. No han de permanecer en la
sombra de la cruz, sino en su luz salvadora. Han de abrir el alma a los
brillantes rayos del Sol de justicia. Con corazones purificados por la
preciosísima sangre de Cristo, en plena conciencia de su presencia,
aunque invisible, han de oír sus palabras: “La paz os dejo, mi paz os
doy; yo no os la doy como el mundo la da”.
Juan 14:27
Al recibir el pan y el vino que simbolizan el cuerpo quebrantado
de Cristo y su sangre derramada, nos unimos imaginariamente a la
escena de comunión del aposento alto. Parecemos pasar por el huerto