Página 415 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La oración por los enfermos
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hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escucha-
do”.
Salmos 66:18
. Si sólo le obedecemos parcial y tibiamente, sus
promesas no se cumplirán en nosotros.
En la Palabra de Dios encontrarnos instrucción respecto a la
oración especial para el restablecimiento de los enfermos. Pero el
acto de elevar tal oración es un acto solemnísimo, y no se debe
participar en él sin la debida consideración. En muchos casos en que
se ora por la curación de algún enfermo, lo que llamamos fe no es
más que presunción.
Muchas personas se acarrean la enfermedad por sus excesos. No
han vivido conforme a la ley natural o a los principios de estricta
pureza. Otros han despreciado las leyes de la salud en su modo de
comer y beber, de vestir o de trabajar. Muchas veces uno u otro vicio
ha causado debilidad de la mente o del cuerpo. Si las tales personas
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consiguieran la bendición de la salud, muchas de ellas reanudarían su
vida de descuido y transgresión de las leyes naturales y espirituales
de Dios, arguyendo que si Dios las sana en respuesta a la oración,
pueden con toda libertad seguir sus prácticas malsanas y entregarse
sin freno a sus apetitos. Si Dios hiciera un milagro devolviendo la
salud a estas personas, daría alas al pecado.
Trabajo perdido es enseñar a la gente a considerar a Dios como
sanador de sus enfermedades, si no se le enseña también a desechar
las prácticas malsanas. Para recibir las bendiciones de Dios en res-
puesta a la oración, se debe dejar de hacer el mal y aprender a hacer
el bien. Las condiciones en que se vive deben ser saludables, y los
hábitos de vida correctos. Se debe vivir en armonía con la ley natural
y espiritual de Dios.
A los que solicitan que se ore para que les sea devuelta la salud,
hay que hacerles ver que la violación de la ley de Dios, natural o
espiritual, es pecado, y que para recibir la bendición de Dios deben
confesar y aborrecer sus pecados.
La Escritura nos dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros,
y orad unos por otros para que seáis sanos”.
Santiago 5:16
. Al que
solicita que se ore por él, dígasele más o menos lo siguiente: “No
podemos leer el corazón, ni conocer los secretos de tu vida. Dios
solo y tú los conocéis. Si te arrepientes de tus pecados, deber tuyo es
confesarlos”. El pecado de carácter privado debe confesarse a Cristo,
único mediador entre Dios y el hombre. Pues, “si alguno hubiere