Página 416 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.
1
Juan 2:1
. Todo pecado es ofensa hecha a Dios, y se lo ha de confesar
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por medio de Cristo. Todo pecado cometido abiertamente debe
confesarse abiertamente. El mal hecho al prójimo debe subsanarse
ofreciendo reparación al perjudicado. Si el que pide la salud es
culpable de alguna calumnia, si ha sembrado la discordia en la
familia, en el vecindario, o en la iglesia, si ha suscitado enemistades
y disensiones, si mediante siniestras prácticas ha inducido a otros
al pecado, ha de confesar todas estas cosas ante Dios y ante los que
fueron perjudicados por ellas. “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad”.
1 Juan 1:9
.
Cuando el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila pre-
sentar a Dios las necesidades del enfermo, según lo indique el Espí-
ritu Santo. Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como
si no hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo
amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, se debe
alentar al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La congoja
acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los enfermos resuel-
ven sobreponerse a la depresión y la melancolía, tendrán mejores
perspectivas de sanar; pues “el ojo de Jehová está sobre los que le
temen, sobre los que esperan en su misericordia”.
Salmos 33:18
,
VM.
Al orar por los enfermos debemos recordar que lo que “hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos”.
Romanos 8:26
. No sabemos si
el beneficio que deseamos es el que más conviene. Por tanto, nuestras
oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo
secreto del alma. Conoces también a estas personas. Su Abogado, el
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Señor Jesús, dio su vida por ellas. Su amor hacia ellas es mayor de
lo que puede ser el nuestro. Por consiguiente, si esto puede redundar
en beneficio de tu gloria y de estos pacientes, pedímoste, en nombre
de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es tu voluntad que así
sea, te pedimos que tu gracia los consuele, y que tu presencia los
sostenga en sus padecimientos”.
Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todo
hombre. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes se
hace oración podrían o no soportar las pruebas que les acometerían
si hubiesen de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían bendición o mal-