Página 439 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La obra de engaño de Satanás
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La historia del pecado y castigo de Ocozías encierra una lección
y advertencia que nadie puede despreciar con impunidad. Aunque
no tributen homenaje a los dioses paganos, millares están adorando
ante el altar de Satanás tan ciertamente como lo hacía el rey de
Israel. El mismo espíritu de idolatría pagana abunda hoy, aunque,
bajo la influencia de la ciencia y la educación, ha asumido una
forma más refinada y atrayente. Cada día añade tristes evidencias
de que la fe en la segura palabra de la profecía está disminuyendo
rápidamente, y de que en su lugar la superstición y hechicerías
satánicas están cautivando las mentes humanas. Todos los que no
escudriñan fervientemente las Escrituras, ni someten todo deseo y
propósito de la vida a esa prueba infalible, todos los que no buscan
a Dios en oración para obtener el conocimiento de su voluntad,
se extraviarán seguramente de la buena senda, y caerán bajo la
seducción de Satanás.
Los hebreos eran la única nación favorecida con un conocimiento
del verdadero Dios. Cuando el rey de Israel envió a consultar el
oráculo pagano, proclamó a los gentiles que tenía más confianza
en sus ídolos que en el Dios de su pueblo, Creador del cielo y de
la tierra. Asimismo los que profesan conocer la Palabra de Dios le
deshonran cuando se apartan de la Fuente de fuerza y sabiduría para
pedir ayuda o consejo a las potestades tenebrosas. Si la ira de Dios
fue provocada por una conducta tal de parte de un rey perverso e
idólatra, ¿cómo considerará una conducta similar seguida por los
que profesan ser sus siervos
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Ninguno puede servir a dos señores
Cristo señala aquí a dos señores: Dios y el mundo, y nos revela
claramente que resulta simplemente imposible servir a ambos. Si
predominan nuestro interés y amor por este mundo, no apreciaremos
las cosas que sobre todas las demás son dignas de nuestra atención.
El amor al mundo excluirá el amor a Dios, y subordinará nuestros
intereses más elevados a las consideraciones mundanales. Dios no
ocupará así en nuestros afectos y devociones un lugar tan exaltado
como las cosas del mundo.
Satanás obra con los hombres con más cuidado que con Cristo
en el desierto de la tentación, porque sabe que allí perdió la batalla.