Página 445 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La falsa ciencia: el moderno vestido de luz de Satanás
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El mecanismo del cuerpo humano no puede comprenderse ple-
namente; sus misterios actuales dejan perplejo al más inteligente. Si
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el pulso late y una respiración sigue a la otra, no es como resultado
de un mecanismo que una vez puesto en movimiento, sigue funcio-
nando. En Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Cada
respiración, cada palpitación del corazón constituyen una evidencia
continua del poder de un Dios siempre presente.
Los mayores intelectos humanos no pueden comprender los
misterios de Jehová que se revelan en la naturaleza. La inspiración
divina hace muchas preguntas que no puede contestar el erudito más
profundo. Estas preguntas no fueron hechas para que las pudiésemos
contestar, sino para llamar nuestra atención a los profundos misterios
de Dios, y enseñarnos que nuestra sabiduría es limitada, que en lo
que rodea nuestra vida diaria hay muchas cosas que superan la
comprensión de las mentes finitas y que el juicio y el propósito de
Dios son inescrutables. Su sabiduría es también insondable.
La educación iniciada aquí no se completará en esta vida; seguirá
a través de toda la eternidad y progresará siempre, sin completarse
jamás. Día tras día, las maravillosas obras de Dios, las evidencias
que dio de su poder milagroso al crear y sostener el universo, se
manifestarán al intelecto con nueva belleza. Bajo la luz que brilla del
trono desaparecerán los misterios, y el alma se llenará de asombro
por la sencillez de las cosas que nunca antes fueron comprendidas
Amonestaciones contra una religión de sensaciones
En este tiempo necesitamos en la causa de Dios hombres espi-
rituales, hombres firmes en los buenos principios, que tengan una
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clara comprensión de la verdad.
Se me ha indicado que lo que la gente necesita no son teorías
nuevas y fantásticas ni suposiciones humanas. Necesita el testimo-
nio de hombres que conocen y practican la verdad, de hombres
que comprendan la misión confiada a Timoteo en estas palabras:
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo;
redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque
vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo
comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias
concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído, y se volverán a