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Consejos para la Iglesia
Apocalipsis 2:4, 5
. Procuran obtener el primer lugar y causan daño
a muchos corazones por sus palabras y sus hechos.
Cristo invita a su pueblo a creer en su Palabra y a ponerla en
práctica. Los que reciban su Palabra y se la asimilen, haciéndola
participar en cada una de sus acciones y en cada rasgo de carácter,
se harán fuertes en la fortaleza de Dios. Será visible que su fe es de
origen divino. No irán errantes por caminos extraños. Su mente no
se dirigirá a una religión de sentimiento y emoción. Delante de los
ángeles y de los hombres, se presentarán con caracteres cristianos,
fuertes y consecuentes.
En el incensario de oro de la verdad tal cual es presentada en
las enseñanzas de Cristo, tenemos lo necesario para convencer y
convertir las almas. Presentad, en la sencillez de Cristo, las verdades
que él vino a proclamar a este mundo; y se hará sentir el poder de
nuestro mensaje. Nunca presentéis teorías que Cristo no mencionó
y que no tienen ningún fundamento en la Biblia. Tenemos que
presentar verdades grandes y solemnes. “Escrito está”, tal es la
prueba que debemos hacer admitir por todas las almas.
Para ser guiados, vayamos a la Palabra de Dios. Busquemos un
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“así dice Jehová”. Nos hemos hartado de métodos humanos. Una
mente formada solamente por la ciencia del mundo es incapaz de
comprender las cosas de Dios. Mas la misma mente, convertida y
santificada, verá la potencia de Dios en su Palabra. Solamente el
corazón y la mente purificados por la santificación que da el Espíritu
pueden discernir las cosas celestiales
La necesidad de una entrega completa
Hermanos míos, en el nombre del Señor, os ruego que os des-
pertéis y comprendáis vuestro deber. Someted vuestros corazones
al poder del Espíritu Santo y serán hechos susceptibles de recibir
la enseñanza de la Palabra. Entonces podréis comprender las cosas
profundas de Dios.
El testimonio de Cristo que reviste el carácter más solemne, debe
ser dado al mundo. En todo el libro de Apocalipsis se encuentran
promesas preciosas y alentadoras, así como advertencias del signifi-
cado más solemne. ¿No querrán leer el testimonio dado por Cristo a
su discípulo Juan los que pretenden poseer un conocimiento de la