Página 463 - Consejos para la Iglesia (1991)

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El tiempo del zarandeo
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anhelarlas clamando angustiosamente por ellas, no las obtuvieron y
quedaron rezagados en tinieblas; pero sus lugares fueron ocupados
en seguida por otros, que se afiliaron a la hueste que había aceptado
la verdad. Los ángeles malignos seguían agrupándose en su derredor,
pero ningún poder tenían sobre ellos. Véase
Efesios 6:12-18
.
Oí que los revestidos de la armadura proclamaban la verdad
con gran poder, y ella producía su efecto. Vi a las personas que
habían estado atadas: algunas esposas por sus consortes, y algunos
hijos por sus padres. Los sinceros, a quienes hasta entonces se les
había impedido oír la verdad, se adhirieron ardientemente a ella.
Desvanecióse todo temor a los parientes. Tan sólo la verdad les
parecía sublime, y la valoraban más que la misma vida. Habían
tenido hambre y sed de verdad. Pregunté por la causa de tan profunda
mudanza y un ángel me respondió: “Es la lluvia tardía; el refrigerio
de la presencia de Dios; el potente pregón del tercer ángel”.
Formidable poder tenían aquellos escogidos. Dijo el ángel: “Mi-
rad”. Vi a los impíos malvados e incrédulos. Estaban todos muy
excitados. El celo y poder del pueblo de Dios los había enfurecido.
Cundía entre ellos la confusión. Vi que tomaban medidas contra la
hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aun-
que rodeada por densas tinieblas, se mantenía firme, aprobada por
Dios y confiada en él. Los vi perplejos; luego los oí clamar a Dios
ardientemente, sin cesar día y noche. Ver
Lucas 18:7, 8
;
Apocalipsis
14:14, 15
. Oí estas palabras: “¡Hágase, Señor, tu voluntad! Si ha de
servir para gloria de tu nombre, dale a tu pueblo el medio de escapar.
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Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a
muerte; pero tu brazo puede salvarnos”. Estas son todas las palabras
que puedo recordar. Todos mostraban honda convicción de su insu-
ficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios.
Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban
fervorosamente por su liberación.
Poco después que estos seres humanos iniciaron su anhelante
clamor, los ángeles, movidos a compasión quisieron ir a librarlos;
pero un ángel alto y de aspecto imponente no lo consintió y dijo:
“Todavía no está cumplida la voluntad de Dios. Han de beber del
cáliz. Han de ser bautizados con el bautismo”.
Pronto oí la voz de Dios que estremecía cielos y tierra. Ver
Joel
3:16
;
Hebreos 12:26
;
Apocalipsis 16:17
. Hubo un gran terremoto.