Página 464 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
Por doquiera se derrumbaban los edificios. Oí entonces un triunfante
cántico de victoria, un cántico potente, armonioso y claro. Miré a
la hueste que poco antes estaba en tan angustiosa esclavitud y vi
que su cautividad había cesado. La iluminaba una refulgente luz.
¡Cuán hermosos parecían entonces! Se había desvanecido todo rastro
de inquietud y fatiga, y cada rostro rebosaba salud y belleza. Sus
enemigos, los paganos que los rodeaban, cayeron como muertos,
porque no les era posible resistir la luz que iluminaba a los santos
libertados. Esta luz y gloria permanecieron sobre ellos hasta que
apareció Jesús en las nubes del cielo, y la fiel y probada hueste
fue transformada en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, de
gloria en gloria. Se abrieron los sepulcros y resucitaron los santos,
revestidos de inmortalidad, exclamando: “¡Victoria sobre la muerte y
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el sepulcro!” Y juntamente con los santos vivos fueron arrebatados al
encuentro de su Señor en el aire, mientras que toda lengua inmortal
emitía hermosas y armónicas aclamaciones de gloria y victoria
Los dos ejércitos
Vi en visión dos ejércitos empeñados en terrible conflicto. Una
hueste iba guiada por banderas que llevaban la insignia del mundo;
la otra, por el estandarte teñido en sangre del Príncipe Emmanuel.
Estandarte tras estandarte quedaba arrastrado en el polvo, mientras
que una compañía tras otra del ejército del Señor se unía al enemigo,
y tribu tras tribu de las filas del enemigo se unía con el pueblo de
Dios observador de los mandamientos. Un ángel que volaba por el
medio del cielo puso el estandarte de Emmanuel en muchas manos,
mientras que un poderoso general clamaba con voz fuerte: “Acudid
a las filas. Ocupen sus posiciones ahora los que son leales a los
mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salid de entre ellos
y separaos, y no toquéis lo inmundo, que yo os recibiré, y os seré por
Padre y me seréis por hijos e hijas. Acudan todos los que quieran en
auxilio de Jehová, en auxilio de Jehová contra los poderosos”.
La iglesia es ahora militante. Ahora nos vemos frente a un mundo
sumido en las tinieblas de medianoche, casi completamente entre-
gado a la idolatría. Pero llega el día en que la batalla habrá sido
peleada, la victoria ganada. La voluntad de Dios ha de ser hecha
en la tierra, como es hecha en el cielo. Todos formarán una familia