Capítulo 63—Algunas cosas para recordar
Las instrucciones que dio el Salvador a sus discípulos estaban
destinadas a beneficiar a sus seguidores de toda época. Cuando dijo:
“Mirad por vosotros” (
Lucas 21:34
) tenía en vista a los que vivirían
cerca del fin del tiempo. A cada uno le toca apreciar por su cuenta
en su corazón las gracias preciosas del Espíritu Santo
La gran crisis está por sobrecogernos. Para hacer frente a sus
pruebas y tentaciones, para cumplir sus deberes, se necesitará una fe
perseverante. Pero podemos triunfar gloriosamente; nadie que vele,
ore y crea será entrampado por el enemigo.
Hermanos, vosotros a quienes han sido reveladas las verdades
de la Palabra de Dios, ¿qué papel desempeñaréis en las escenas
finales de la historia de este mundo? ¿Comprendéis estas solemnes
realidades? ¿Os percatáis de la gran obra de preparación que se está
realizando en el cielo y en la tierra? Presten atención a las cosas
que están escritas en las profecías todos los que han recibido la
luz y que han tenido la oportunidad de leerlas y oírlas; “porque el
tiempo está cerca”. Nadie juegue ahora con el pecado, fuente de toda
desgracia en nuestro mundo. Nadie permanezca ya en letargo y en el
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estupor de la indiferencia y deje que el destino de su alma dependa
de una incertidumbre. Aseguraos de que estáis plenamente de parte
del Señor. Preguntaos con corazones sinceros y labios temblorosos:
“¿Quién podrá subsistir?” En estas últimas preciosas horas del tiem-
po de gracia, ¿habéis estado colocando el mejor material posible en
el edificio de vuestro carácter? ¿Habéis estado purificando vuestras
almas de toda mancha? ¿Habéis seguido la luz? ¿Habéis hecho obras
correspondientes a vuestra profesión de fe?
Es posible ser un creyente parcial y formalista, y sin embargo ser
hallado falto y perder la vida eterna. Es posible practicar algunas de
las órdenes bíblicas y ser considerado como cristiano, y sin embar-
go perecer por carecer de las cualidades esenciales para el carácter
cristiano. Si descuidáis o tratáis con indiferencia las amonestacio-
nes que Dios os ha dado, si albergáis o excusáis el pecado, estáis
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