Página 471 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Algunas cosas para recordar
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en las bienaventuradas seguridades de Dios, es comparada por el
apóstol al goce de “las virtudes del siglo venidero”.
Está por sobrecogernos la lucha final del gran conflicto, cuando
con “gran poder y señales y milagros mentirosos, y con todo en-
gaño de iniquidad”, Satanás obrará para representar falsamente el
carácter de Dios, a fin de seducir, “si fuere posible, aun a los esco-
gidos”.
Mateo 24:24
. Si hubo alguna vez un pueblo que necesitase
un aumento constante de la luz del cielo, es el pueblo que, en este
tiempo de peligro, Dios llamó a ser depositario de su santa ley y a
vindicar su carácter delante del mundo. Aquellos a quienes se confió
un cometido tan sagrado deben ser espiritualizados y elevados por
las verdades que profesan creer
El pueblo de Dios avanza a pesar de la duda y el temor
El Señor trata ahora con su pueblo que cree en la verdad pre-
sente. Quiere producir resultados portentosos, y mientras que su
providencia obra con ese fin, dice a sus hijos: “¡Marchad!” Es cierto
que el camino no está todavía abierto, pero cuando ellos avancen
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con la fuerza de la fe y el valor, Dios despejará el camino delante de
sus ojos. Siempre hay quienes se quejan, como el antiguo Israel, y
atribuyen las dificultades de su situación a aquellos a quienes Dios
suscitó con el propósito especial de hacer progresar su causa. No
alcanzan a ver que Dios los está probando mediante estrecheces, de
las cuales sólo su mano puede librarlos.
Hay ocasiones en que la vida cristiana parece rodeada de peligros
y el deber parece difícil de cumplir. La imaginación se figura que
le espera una ruina inminente al frente, y detrás, la esclavitud y la
muerte. Sin embargo, la voz de Dios habla claramente por sobre
todos los desalientos y dice: “¡Marchad!” Debemos obedecer a esta
orden, fuere cual fuere el resultado, aun cuando nuestros ojos no
puedan penetrar las tinieblas y sintamos las frías olas a nuestros
pies
En una vida dividida y tibia, hallaréis dudas y tinieblas. No
podéis gozar los consuelos de la religión, ni la paz que el mundo
da. No os sentéis en el sillón de Satanás para no hacer nada, mas
levantaos y esforzaos para alcanzar la elevada norma que es vuestro
privilegio alcanzar. Es un bienaventurado privilegio renunciar a todo