Página 481 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Josué y el ángel
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cielo, y el lugar de los ángeles que se unieron conmigo? Mientras
profesar obedecer la ley de Dios, ¿han guardado sus preceptos? ¿No
han sido amadores de sí mismos más que de Dios? ¿No han puesto
sus propios intereses antes que su servicio? ¿No han amado las cosas
del mundo? Mira los pecados que han señalado su vida. Contempla
su egoísmo, su malicia, su odio mutuo”.
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Los hijos de Dios han sido muy deficientes en muchos respectos.
Satanás tiene un conocimiento exacto de los pecados que él los indu-
jo a cometer, y los presenta de la manera más exagerada, declarando:
“¿Me desterrará Dios a mí y a mis ángeles de su presencia, y, sin
embargo, recompensará a aquellos que han sido culpables de los
mismos pecados? Tú no puedes hacer esto, con justicia, oh Señor.
Tu trono no subsistirá en rectitud y juicio. La justicia exige que se
pronuncie sentencia contra ellos”.
Pero aunque los seguidores de Cristo han pecado, no se han
entregado al dominio del mal. Han puesto a un lado sus pecados, han
buscado al Señor con humildad y contrición y el Abogado divino in-
tercede en su favor. El que ha sido el más ultrajado por su ingratitud,
el que conoce sus pecados y también su arrepentimiento, declara:
“Jehová te reprenda, oh Satán! Yo di mi vida por estas almas. Están
esculpidas en las palmas de mis manos”.
Cubiertos con el manto de la justicia de Cristo
Mientras los hijos de Dios afligen sus almas delante de él, supli-
cando pureza de corazón, se da la orden: “Quitadle esas vestiduras
viles”, y se pronuncian las alentadoras palabras: “Mira que he quita-
do de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala”. Se pone
sobre los tentados, probados, pero fieles hijos de Dios, el manto sin
mancha de la justicia de Cristo. El remanente despreciado queda
vestido de gloriosos atavíos, que nunca han de ser ya contaminados
por las corrupciones del mundo. Sus nombres permanecen en el libro
de la vida del Cordero, registrados entre los fieles de todos los siglos.
Han resistido los lazos del engañador; no han sido apartados de su
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lealtad por el rugido del dragón. Ahora están eternamente seguros
de los designios del tentador. Sus pecados han sido transferidos al
originador de ellos.