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Consejos para la Iglesia
nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en
el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán enton-
ces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados.
Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y
promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armo-
nía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos
parecieron más penosos. A medida que comprendemos el tierno
cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente
para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante
de gloria.
No puede haber dolor en la atmósfera del cielo. En el hogar de
los redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni indicios
de luto. “No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more
en ella le será perdonada la iniquidad”.
Isaías 33:24
. Nos invadirá
una grandiosa ola de felicidad que irá ahondándose a medida que
transcurra la eternidad.
No transcurrirá mucho tiempo antes de que veamos a Aquel en
quien ciframos nuestras esperanzas de vida eterna. Y en su presencia
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todas las pruebas y sufrimientos de esta vida serán como nada. “No
perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque
os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad
de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, y el que ha
de venir vendrá, y no tardará”.
Hebreos 10:35-37
. Alzad los ojos,
sí, alzad los ojos, y permitid que vuestra fe aumente de continuo.
Dejad que esta fe os guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando
por las puertas de la ciudad de Dios, nos lleva al gran más allá, al
amplio e ilimitado futuro de gloria destinado a los redimidos. “Por
tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad
cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando
con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened
también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la
venida del Señor se acerca”.
Santiago 5:7, 8
“Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es”.
1 Juan 3:2
.
Cristo contemplará entonces su recompensa en los resultados
de su obra. En aquella gran multitud que nadie podrá contar, pre-
sentada “irreprensible delante de la presencia de su gloria con gozo