Página 487 - Consejos para la Iglesia (1991)

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“He aquí yo vengo pronto”
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He quedado profundamente impresionada por ciertas escenas
que contemplé durante la noche. Parecía efectuarse un gran mo-
vimiento, una obra de reavivamiento, en muchos lugares. Nuestro
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pueblo se alistaba y respondía al llamamiento de Dios. Hermanos
míos, el Señor nos está hablando. ¿No escucharemos su voz? ¿No
aprestaremos nuestras lámparas y obraremos como hombres que
esperan la venida del Señor? El tiempo en que vivimos exige que se
haga brillar la luz y que se pongan las manos a la obra.
Hermanos, “yo pues... os ruego que andéis como es digno de
la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y manse-
dumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,
solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Efesios 4:1-3
La recompensa de los fieles
Mi hermano, mi hermana, os ruego que os preparéis para la
venida de Cristo en las nubes de los cielos. Día tras día, desechad de
vuestro corazón el amor al mundo. Comprended por experiencia lo
que significa tener comunión con Cristo. Preparaos para el juicio,
para que cuando Cristo venga para ser admirado por todos los que
creen, podáis estar entre aquellos que le recibirán en paz. En aquel
día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo.
Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienvenida al Rey y a
los trofeos de su victoria: los que fueron lavados y emblanquecidos
en la sangre del Cordero. Se elevará un canto de triunfo que llenará
todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en los atrios celestiales
acompañado por sus redimidos, testimonios de que su misión de
sufrimiento y sacrificio no fue en vano.
La resurrección y la ascensión de nuestro Señor constituyen
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una evidencia segura del triunfo de los santos de Dios sobre la
muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo está abierto para
quienes lavan las vestiduras de su carácter y las emblanquecen en la
sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre como representante de
la familia humana, y allí llevará Dios a los que reflejan su imagen
para que contemplen su gloria y participen de ella con él.
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras,
coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que