Página 68 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
la misma esperanza bendita de la inmortalidad. ¡Cuán tiernos y
estrechos debieran ser los vínculos que nos unen! La gente del
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mundo nos observa para ver si nuestra fe ejerce una influencia
santificadora sobre nuestros corazones. Prestamente discierne todo
defecto de nuestra vida y toda inconsecuencia de nuestras acciones.
No le demos ocasión alguna de echar oprobio sobre nuestra fe
La armonía y la unión son nuestro testimonio más fuerte
No es la oposición del mundo la que nos hace peligrar más. El
mal que los cristianos profesos guardan en su corazón nos expone al
más grave de los desastres, y retarda el progreso de la obra de Dios.
No hay modo más seguro de debilitar nuestra vida espiritual que el
ser envidiosos, sospechar unos de otros y dejarnos llevar por la crítica
y la calumnia. “Esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino
terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención,
allí hay perturbación y toda obra perversa. Mas la sabiduría que es
de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna,
llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y
el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz”.
Santiago 3:15-18
.
La armonía y unión existente entre hombres de diversas tenden-
cias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios
envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A nosotros nos
toca dar este testimonio; pero para hacerlo, debemos colocarnos bajo
las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe armonizar con el suyo,
nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces trabajaremos
juntos sin contrariarnos.
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Cuando uno se detiene en las pequeñas divergencias, se ve lle-
vado a cometer actos que destruyen la fraternidad cristiana. No
permitamos que el enemigo obtenga en esta forma la ventaja sobre
nosotros. Mantengámonos siempre más cerca de Dios y más cerca
unos de otros. Entonces seremos como árboles de justicia plantados
por el Señor, y regados por el río de la vida. ¡Cuántos frutos lleva-
remos! ¿No dijo Cristo: “En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto?”.
Juan 15:8
.
Cuando el pueblo de Dios crea sin reservas en la oración de
Cristo y ponga sus instrucciones en práctica en la vida diaria, habrá